EDITORIAL
Luego que la Cámara de Diputados rechazó el “Plan A” del Presidente Andrés Manuel López Obrador, éste propuso el llamado “Plan B”, con una serie de reformas al Instituto Federal Electoral y a la Ley de Comunicación Social que, definitivamente, no pasaron por la criba de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Entre los ministros del máximo tribunal del País corre, sin embargo, la certeza de lo que se ha llamado ahora “El Plan C”, que consiste en la renovación de parte de los consejeros del INE.
Los prospectos, por supuesto, son en su gran mayoría integrantes o simpatizantes de MORENA, así que lo más probable es que dentro de algunos días, meses o semanas, estaremos viendo el choque final entre el Poder Ejecutivo y el Instituto Electoral.
A final de cuentas, a lo que le tira el Presidente es a dejar una mayoría de consejeros en el INE para garantizarle cierto grado de impunidad cuando tenga que dejar el cargo en el 2024, igualito a como le hizo en Tamaulipas Francisco García Cabeza de Vaca.
Ya no existe ninguna duda de que la candidata de López Obrador será Claudia Sheinbaum, actual Jefa de Gobierno de la Ciudad de México y que esta triunfará con holgado margen contra una impúdica oposición que no ha hecho más que fortalecer el proyecto transexenal.
Llegará Claudia a la Presidencia de la República y López Obrador permanecerá como figura omnipresente, como Jefe Máximo, dirigiendo la vida política y la agenda del país desde su retiro en Macuspana.
Entonces, ya no importa el “Plan B” porque tienen uno mejor.
Por eso los diputados locales de MORENA se apresuraron en anunciar que derogarían la propuesta presidencial sobre la Ley de Comunicación Social para que los Estados y Municipios decidan qué parte del presupuesto destinarán a ese importante rubro.
Y si el “Plan C” no llega a funcionar, López Obrador pondrá en marcha un “Plan D”, un “Plan E”, un “Plan F” y hasta un “Plan Z”, hasta donde las cosas queden como él las quiera, a su gusto y conveniencia.
No estamos hablando de una verdadera transformación de México, como tanto lo ha pregonado.
Ni siquiera se combate la corrupción y sí, cada vez hay más pobreza.
López Obrador no va por dinero, pero a sus colaboradores sí que les encanta.
Él va por su cachito de historia. Su máxima aspiración es que en unos años se le compare con Morelos, Hidalgo y Juárez, y que en las escuelas y plazas públicas se ponga su busto al lado de esos prohombres.
Difícilmente podrá ocurrir tal cosa, porque lo que ha hecho desde que llegó a la Presidencia de la República es dividir al pueblo en dos partes: Chairos y Fifíes, además de cohijar a los delincuentes porque resulta que, según sus propias palabras, “ellos también son humanos”.
Tenía un amigo en la escuela al que le gustaba contar chistes.
Pero tenía tan escasa gracia para contarlos, que los debía decir dos, tres o más veces, cada uno con una nueva versión, hasta que finalmente lograba sacar una forzada risa entre sus oyentes.
Le decíamos “El Calzador”, porque metía los chistes a la fuerza.
Así pues, preparémonos para los planes de la A a la Z. Serán cosa de todos los días en lo que resta del sexenio.