EDITORIAL
Reynosa, Tamaulipas. Integrantes de la sanguinaria pandilla “Mara Salvatrucha” huyen de El Salvador y del régimen de excepción impuesto por el Presidente Nayib Bukele.
Uno de los países que los recibe con los brazos abiertos, como a cualquier otro migrante, es México y su política de “abrazos, no balazos” instrumentado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
La MS13 o Mara Salvatrucha 13 es una de las más temidas bandas criminales de Centroamérica.
Aunque su origen fue en Los Ángeles, California en la década de los 80s, tienen presencia en países de Centroamérica, como El Salvador, Honduras y Guatemala.
Sus principales actividades son la violación, el narcotráfico, la extorsión, el contrabando de armas, el secuestro, el robo y el homicidio.
Desde hace algunos meses, muchos de sus miembros han solicitado apoyo para refugiarse en México, según fuentes citadas por Radio Fórmula.
Los “maras”, como se les conoce comúnmente, son fácilmente reconocibles por la gran cantidad de tatuajes en sus brazos, torso, cuello y cara, sobresaliendo las letras MS13 que portan con gran orgullo.
Mientras en El Salvador Bukele les ha declarado la guerra y ha manifestado que el régimen de excepción permanecerá hasta que se logre erradicar a esos “grupos terroristas”, los que no han sido detenidos y han logrado huir, buscan refugio en México, donde permanecen algunos días o semanas y después continúan su camino hacia los Estados Unidos.
En la Casa del Migrante ubicada en Coatzacoalcos, Veracruz, donde llegan todo tipo de personas, incluso los “maras”, el padre Joel Ireta declaró: “Ellos temen por su vida también, llegan, descansan, se asean, comen y salen rápido porque temen por su vida, son personas humanas, no es que veamos por el que hace el mal, no, sino que realmente vemos a la persona, cualquiera sea, buena o mala cuando está en peligro su vida; nosotros tenemos que hacer algo para que él vuelva a la realidad y caiga en la cuenta que lo que está haciendo no está bien”.
Un punto de vista muy similar al que mantiene el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien aseguró que “los delincuentes son humanos y merecen nuestro respeto”.
Hay, sin embargo, otras formas de pensamiento, como la del Presidente de El Salvador, Nayib Bukele y millones de personas más, que se sintetizan de la siguiente manera: “El delincuente deja de tener derechos cuando decide delinquir”.
En el libro Derecho Penal del Enemigo, Eduardo Martínez Bastida lo define como “el constructo lingüístico de naturaleza artificial que legitima la decisión deontológica de excluir la calidad de persona a un individuo para incluirle en el catálogo de riesgos y peligros sociales”.
Por consiguiente, el autor indica que “el enemigo será aquel que no preste garantía cognitiva mínima para ser tratado como persona y, consecuentemente, se le excluye del circuito de la comunicación por su infidelidad al Derecho. Es decir, la observancia de la norma incluye la titularidad de la pretensión a ser tratado como persona, por lo que no prestar tal garantía implica una autoexclusión del ámbito normativo y la asunción del rol de “enemigo”.
Para otros, es simplemente que los delincuentes, o “el enemigo”, en el libro de Martínez Bastida, han dejado de ser humanos por elección propia para convertirse en fieras sedientas de sangre, perdiendo todos sus derechos.
En la antigua Grecia había el castigo del “ostracismo” para los criminales. En China, hasta hace poco, había juicios sumarios y ley fuga para los delincuentes, porque sabían que era prácticamente imposible que se reformaran, contrario a lo que piensa el cándido sacerdote Joel Ireta.
Se viene la avalancha de “maras” a México. ¿Qué va a pasar? ¿No tenemos suficiente con todos los cárteles dispersos en todo el territorio nacional?
Solo es una pregunta.