Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Va de cuento…

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¿KEVIN O KEIVIN?
Por Juan Arvizu

En su primer día como juez del Registro Civil de ese pueblito de la sierra de Guerrero, donde fue enviado en represalia por haber apoyado al candidato equivocado, el abogado Matías Coronado comprobó que el personal de esa oficina de gobierno cojeaba del mismo pie que el resto de las oficialías del estado y se aventuró a creer que lo mismo pasaba con las del resto del país.

Haberse desempeñado como titular estatal de esas dependencias le había permitido conocer virtudes y defectos de las Oficialías del Registro Civil: personal mal pagado, con escasa preparación académica, recomendados, etcétera.

Lo que considero grave es que gracias a la falta de formación educativa del personal las actas de nacimiento y de matrimonio cada vez estaban mal elaboradas y encima con faltas de ortografía.
Caramba se dijo, como pueden equivocarse tanto si hacen la misma chamba todos los días.

El primer día de labores solo se dedicó a familiarizarse con la oficina que pusieron a su cargo, conocer al personal, la ubicación de cada cosa, quien hacía qué y cosas similares.

El segundo día ya fue diferente pues ingreso al archivo y se encontró un desastre por lo que se puso de acuerdo con la persona indicada y ordenó primero una limpieza general para después clasificar los legajos y ponerlos realmente por orden alfabético.
Lo mismo hizo en otras áreas de la oficialía y unas semanas después el lugar funcionaba como él quería, o más o menos.

Cuando pocos días despues llegó su nombramiento oficial como titular de la dependencia, comenzó a firmar las actas como corresponde y entonces ratifico su teoría de que gracias a las secretarias de la oficialía muchos nombres y apellidos se habían desvirtuado (a veces con “ayuda” de los propios oficiales el registro civil).

Así, era común que en algunas actas el apellido Zepeda apareciera lo mismo con Z que con C como igual mismo pasaba con el Zedillo y el Orozco lo escribían indistintamente con s o con z.

Una tarde comprobó que con los nombres anglosajones era bastante peor pues el Kevin lo transformaron en “Keivin” porque así lo había oído la secretaria y que el Bryan lo anotaron como “Braian” y así por el estilo.

Más divertido que enojado se percató de que, aunque se tratara de miembros de una misma familia, algunos integrantes tenían un apellido ligeramente diferente al de sus consanguíneos, tal y como ocurría con el Arvizu, el cual podía aparecer en el acta de nacimiento como Arvizu, Arvizo, Arbizo, o incluso otras variantes.

Encontró que las secretarias de la oficialía no actuaban de mala fe, pues generalmente solo anotaban conforme a su leal saber y entender, por ello el problema en cuestión era frecuente.

Solucionarlo en toda la Republica estaría en chino y además no era su responsabilidad, por lo que decidió solo intervenir en la dependencia donde fungía como titular, así que una tarde suspendió el servicio al público y brindó al personal un taller de ortografía básica, disfrazada de curso de superación personal y motivación.

“Todo esto es solo para mejorar, para hacer un mejor trabajo” les comunicó a los empleados tratando de convencerlos de que la idea era buena.

Contrario a lo que esperaba encontró buena disposición en sus subalternos y al terminar la jornada confió en que ese tipo de acciones se tomaran también tarde o temprano en el resto de las oficialas mexicanas. Se vale soñar, pensó.

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