Por Juan Arvizu
PANCHITO, UN PITO PÉREZ DE REYNOSA
La vida inútil de Pito Pérez, de José Rubén Romero, trata sobre las andanzas de un personaje flojo, borracho y para colmo de males con mala suerte, aunque también pícaro y bastante simpático.
En Reynosa han existido algunos Pito Pérez, aunque no tan agradables como el de la novela, y yo conocí muy bien a uno de ellos. Su nombre era Francisco, mejor conocido como Panchito.
Este sujeto fue hijo de Doña Francisca (no faltaba más), una señora que sabía lo que tenía por lo que se dio por vencida con el chamaco desde que éste jugaba a las canicas.
Panchito es un claro ejemplo de un vago sin oficio sin beneficio, pero bueno para gorrear el alcohol y experto en desaparecer cualquier objeto que pudiera convertir en dinero, pues, aunque no se dedicaba al negocio de la uña, cuando la ocasión se presentaba simplemente la aprovechaba, lo cual era un secreto a voces.
Frecuentemente se podía ver a Panchito vagando en la calle, con algunos de sus amigos de la misma calaña o bien, de ves en cuando, regando las matas de mi padrino Antonio. De hecho, este fue el único “trabajo” que le conocí y por cierto lo hacía mal, pues Don Toño se quejaba de que el vago ni para eso servía.
Ese cuasi empleo lo consiguió gracias a que Panchito era familiar político de la esposa de Don Toño, así que el señor tuvo que apechugar.
Todavía puedo imaginar al mentado Panchito con la ropa que usaba a diario: pantalón de mezclilla relavado, playera y tenis sin agujetas. Solo el domingo acostumbraba ponerse el único pantalón de verse que tenía y una playera café, también la única que todavía conservaba el color.
En honor a la verdad, algunos fines de semana también usaba el uniforme del equipo de béisbol de la sastrería de la calle Colón, pues quien sabe cómo logró ingresar como jugador y aunque la mayoría de las veces estaba en la banca, eso no le importaba, pues al final del partido había cerveza gratis.
Puede decirse que Panchito jamás trabajo en su vida, pero se “arrejuntó” y tuvo hijos, pese a que su mamá le advirtió a la confundida consorte (Orfelinda) que Panchito era un completo inútil.
Orfe que tampoco se caracterizaba por ser una mujer chambeadora, consentía mucho a Panchito y lo defendía a capa y espada, por lo menos así fue al principio de su relación.
Quien no lo miraba con buenos ojos era su suegro, Don Eleno, pues el pobre viejo era quien sostenía económicamente a todos ya que la parejita lejos de buscar casa para formar el nuevo hogar, simplemente se fue a vivir con el viejón.
Como Panchito siempre fue alérgico al trabajo, como lo sigue siendo hasta la fecha, cuando Don Eleno murió quien tuvo que salir a buscar la papa fue Orfe y los resultados no fueron buenos, pero tampoco se morían de hambre pues se sostenían gracias al pago de la pensión que le heredo su padre, salario bastante bajo pero que servía para los lonches y los refrescos que la despistada Orfe acostumbraba proveer como desayuno a sus hijos.
Desde los primeros años de su relación, Orfe quiso separarse de Panchito, pero el conchudo consorte la convencía de que pronto la situación cambiaria. Esto jamás sucedió pues Panchito siguió siendo borracho y holgazán.
Muchos años después, Orfe enfermo de gravedad y se fue de este mundo sin saber si Panchito servía para algo más que consumir alcohol y pasearse por el barrio Cantarranas, con su pantalón de mezclilla relavado y su playera de igual característica.
Panchito como Pito Pérez, tuvo y tiene una vida inútil pero divertida, y creo que todavía faltan muchas historias por contar sobre tan singular personaje. De hecho, estimo factible que se le tome en cuenta para el libro de los records Guinness, por llegar a adulto mayor sin haber dado golpe en su vida y sin necesidad de pertenecer a una familia de abolengo (con billetes, pues).