Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Va de Cuento

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Por Juan Arvizu


MALA HIERBA

– Cuídate de esos pendejos, te van a meter en problemas, de mi te acuerdas.
La frase resonó en su cabeza y odio con toda su alma admitir que su padre tenía razón. Nunca debió de involucrarse con Sergio y Tobías, sabiendo de antemano que ambos eran unos buenos para nada, unos perfectos pendejos.
Sin embargo, ya nada podía hacerse, ahora era momento de tomar una decisión en forma rápida pues de ello dependía salirse con la suya o regresar al sitio en el que estaba unas semanas antes.
Gustavo observo a Sergio recargado en la pared con su pistola .38 especial en la mano derecha, con una mochila al hombro y sudando de manera abundante.
Tobías estaba escondido debajo del mostrador principal, agazapado como un niño asustado.
En su mente Gustavo repaso brevemente las opciones que tenían, las que a esas alturas solo eran dos: entregarse pacíficamente o abrirse paso a plomazo limpio.
Regresar a prisión para él no era una opción sobre todo sabiendo que allá no tenía amigos, sino todo lo contrario.
Escapar por la parte trasera del local estaba descartado pues las posibles salidas estaban férreamente reforzadas, tal y como lo comprobó minutos antes acompañado de Sergio.
Entonces la puerta principal representaba la única vía de escape, pero no sería fácil pues la primera patrulla con dos uniformados ya se encontraba en el sitio.
La decisión, aunque difícil debía tomarse a la voz de ya, pues seguramente en pocos minutos más el lugar estaría inundado de más policías, de esos que en su mayoría solo sirven para hacer bulto pero que de vez en cuando atinan algún disparo.
Gustavo les dijo a sus compinches que debían intentarlo. Sergio accedió de forma inmediata, pero Tobías solo se quedó pensando.
No hay tiempo que perder, es ahora o nunca, le dijo a Tobías casi a gritos para obligarlo a que se decidiera.
Este, Tobías, quizás por ser el más joven de los tres y nunca haber estado en prisión, estaba lleno de miedo. Para colmo jamás había disparado una pistola y mucho menos la .357 magnum que Sergio le había entregado un día antes.
Esperando la respuesta de Tobías, Gustavo recordó
brevemente la última conversación que tuvo con su padre.
Fue en el taller de viejo donde la noche anterior le comunicó que tenía planes de salir de la ciudad, así que se despidió de él y le agradeció haber permitido que durmiera en el local durante las semanas que pasaron desde su salida de prisión.
El papá le respondió que no tenía nada que agradecer pues para eso está la familia.
Se dieron un abrazo y casi como despedida el padre le dijo: Gustavo ten cuidado con lo que haces y sobre todo con quien te juntas. Ese par con los que te vi, el Checo y el Tobías, no son de fiar, son solo cobardes y hocicones. Cuídate de esos pendejos, te van a meter en problemas, de mi te acuerdas
Gustavo solo asintió con la cabeza y se marchó, dejando a su padre meditabundo. Su hijo Gustavo, su único hijo, le había salido cabeza dura, simplemente mala hierba.
Gustavo y Sergio se miraron una vez más. Ya estaban de acuerdo.
Pensó Gustavo que serían dos contra dos, por lo que solo le resto comprobar que su escuadra estaba abastecida con balas suficientes. Enseguida se colocó la mochila al hombro y seguido muy de cerca por Sergio se dirigió con paso veloz hacia la puerta del negocio.

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