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EL HERMANO ZURDO

Por Juan Arvizu

Le apodaban el Zurdo y nunca supe su nombre, pero era ampliamente conocido en el barrio debido a su peculiar estilo de vida. Se dedicaba al negocio de la uña, es decir, a robar lo que se pudiera.
Su centro de operaciones eran las tiendas de McAllen y algunas otras ciudades del Valle de Texas y la verdad era bueno en lo que hacía, pues rara vez lo atrapaban.
Todo lo que obtenía en los hurtos lo vendía en Reynosa: planchas, radios de baterías, rizadores para el pelo, artículos de tocador de marcas exclusivas, estéreos para automóvil, relojes, accesorios de cocina y un largo etcétera.
Nunca se supo que tuviera un empleo decente, aunque fuera para disimular. Él era el Zurdo y su oficio era ser ladrón.
Algunos decían que el Zurdo nació en Weslaco o San Benito, pero la única verdad es que cruzaba la frontera con un simple “American citizen”, en la década de los 80 del siglo pasado.
Debido a que estaba fichado en el lado americano, en ocasiones lo retenían para interrogarlo en la garita norteamericana, pero al final siempre lo dejaban continuar con su camino. Fuera como fuera, el Zurdo era de los suyos.
En su juventud el Zurdo era bueno para los golpes y en varias ocasiones lo demostró, sin embargo, se trataba de una persona pacifica que prefería la mañana que la fuerza.
A las personas como él en México se les denominaba despectivamente como pochos, palabra que originalmente servía para designar a alguien que pese a ser latino hablaba muy mal el español y además lo mezclaba con el inglés.
Algunos de hecho, le llegaban a decir pocho, pero él prefería el término chicano, que alude a quienes nacen en Estados Unidos de padres mexicanos.
El Zurdo, al contrario de otros pochos o chicanos, era una persona con cierta cultura y rara vez se expresaba con palabras altisonantes o groseras. Era afable en términos generales.
Tuvo una vida difícil durante su adolescencia y juventud, y debido a ello pasó varias temporadas en la cárcel por delitos diversos.
Las condiciones económicas de su familia en Estados Unidos le restaron muchas oportunidades, pero de cualquier forma asistió a la escuela y término la educación básica, equivalente en México a la preparatoria.
A la educación superior no pudo acceder debido al alto precio de la misma y porque ya se había iniciado en el robo de autopartes, junto con otros de su misma calaña.
Fue durante su última estancia en la prisión de Harlingen, Texas, cuando su vida tomó un camino diferente.
Durante una pelea en los patios de la cárcel, el Zurdo resultó herido y acabó en la enfermería con un pulmón perforado. Su convalecencia fue larga y fue en ese tiempo cuando un amigo le regaló una biblia.
Como no tenía otra cosa que hacer, se la pasaba todo el día leyendo el libro y termino convencido de que Dios era el camino. En la prisión se bautizó y aceptó a Jesucristo como su salvador personal.
Cuando lo dieron de alta nunca se perdía ninguno de los servicios religiosos que se ofrecían en la prisión y hasta se ofreció como voluntario para apoyar en la alfabetización de reclusos.
Cuando recobró su libertad se dedicó al cien por ciento a predicar la palabra de Dios y así recorrió varios estados de la Unión Americana.
Años después regresó a Reynosa convertido en el Hermano Zurdo. Algunos de sus antiguos amigos le reprochaban su pasado criminal. Cuando esto sucedía él simplemente contestaba que Dios lo había perdonado.
Ya me entregué al señor, afirmaba, y los maloras le contestaban que mejor se entregara a la PGR.
El Hermano Zurdo acabo sus días como hombre de bien, en armonía con Dios, consigo mismo y con la sociedad. Fue arrollado por una unidad del transporte colectivo en pleno centro de Reynosa.

 

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