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Va de Cuento

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Close up of raven (Merlina) at the Tower of London. Sunlit background.

Por Juan Arvizu


MUCHAS GRACIAS POR LAS ATENCIONES PRESTADAS

Muchas gracias por las atenciones prestadas, era una frase que lo distinguía. Se llamaba Basilio y le apodaban el Cuervo, mote que se ganó por su color de piel oscura.
El Cuervo era ampliamente conocido por todos en el barrio El Barrilito, el barrio Cantarranas, la colonia Industrial, el Centralito y Estación Corrales. Desde niño se aficionó a las bebidas alcohólicas, las cuales consumía en cantidades abundantes sobre todo tratándose de cerveza.
Era un sujeto bromista y le gustaba decir frases en inglés, idioma que aprendió desde chico cuando nació y creció en alguna de las pequeñas ciudades del Valle de Texas.
Basilio estuvo preso ocasionalmente en Estados Unidos, pero siempre fue por asuntos menores y durante buena parte de su vida se dedicó a pasar “mojados” hacia Texas, aunque su chamba principal era la pizca en las labores que pululan en el lado americano. Decía en broma que él nació blanco pero el sol lo había tatemado.
La única vez que ese metió en un lio gordo fue en Harlingen, Texas, durante el robo de una avioneta.
Cuando contaba la anécdota se moría de la risa y la verdad es que los hechos de ese día si fueron cómicos, a su manera.
Sucedió que un conocido de El Cuervo “quería cobrar un dinero que un carnal le debía” y como no encontró otra forma, decidió robarle una avioneta que tenía en un hangar del aeropuerto de Harlingen.
El sujeto que le pidió ayuda para robarse la avioneta, sabía pilotar este tipo de aparatos por lo que “él se encargaría de ese jale”.
Sin embargo, el plan requería de la participación de una tercera persona, por lo que el Cuervo invitó a otro amigo entrón, y entonces sí ya todo quedó listo con fecha, lugar y hora.
El cuervo y compinche recibieron la misión de penetrar al aeropuerto en horas de la noche, cortar la cadena del hangar y sacar la avioneta a cualquier pista. Una vez allí, el conocido se la llevaría quien sabe a dónde.
El plan iba a las mil maravillas, pues la valla protectora de la pista y la cadena del hangar fueron fácilmente cortadas. Lo difícil vino cuando trataron de sacar jalando con una cuerda la pequeña aeronave, pues, aunque era de tamaño petite la mendiga pesaba bastante para ser arrastrada y solo lograron moverla unos cuantos metros, pero seguía dentro del hangar.
Fue cuando el conocido de El Cuervo al darse cuenta de lo que sucedía, se les unió y entre los tres pudieron con facilidad encaminar el aparato hacia las pistas.
Cuando llegaron a donde querían, el piloto subió al aparato y lo encendió. En esos instantes se dieron cuenta de que habían sido descubiertos, pues dos automóviles con sirena y torreta se acercaban rápidamente hacia ellos.
La aeronave comenzó a recorrer la pista y el piloto les grito súbanse, súbanse. El compinche de El Cuervo se trepo con gran agilidad, pero El Cuervo solo corría y corría al parejo de la avioneta, sin decidirse a dar el salto.
El piloto ya no pudo esperar más por El Cuervo y le imprimió velocidad a la aeronave. Seguido muy de cerca por las patrullas logró despejar y en cuestión de segundos se perdió en la oscuridad.
Cuando le preguntaban a El Cuervo por qué no subió a la avioneta, contestó que ese no era el plan, pues únicamente habían acordado que dos personas sacarían la aeronave y la pondrían en la pista. Allí terminaba la chamba.
Confesó, sin embargo, que siempre tuvo miedo de volar, por eso decidió no treparse a la avioneta. Tal afirmación fue cierta pues, de hecho, El Cuervo jamás en su vida viajó en avión, avioneta o cosa parecida.
¿Oye y te atraparon o no?, era una pregunta que le hacían cuando contaba la historia y la respuesta siempre fue la misma, ¿Pues qué no ve me ves aquí?
La verdad fue que el Cuervo aprovechando que la policía se enfocó en la avioneta, corrió lo más rápido que pudo y logro escapar. El gusto le duro poco pues varios después lo arrestaron y pasó algún tiempo en prisión.
Todos sabían que el Cuervo era bueno para los trancazos por lo que pocos se atrevían a desafiarlo, pero de vez en cuando a alguno se le olvidaba y comenzaban los cocolazos.
Cuentan que en la cantina El Vapor del Barrio Cantarranas en una ocasión se trenzó a golpes con dos tipos al mismo tiempo. De ambos dio cuenta y aunque terminó con una ceja y la nariz rota, no quiso ser atendido de tales heridas, en lugar de eso pidió cerveza para él y para los perdedores de la pelea.
Los aporreados sujetos se levantaron del suelo y como un reconocimiento a la superioridad física del contrincante, aceptaron la cerveza. Así eran los hombres de antes, no como los de ahora que escuchan reggaetón y toman cerveza Tecate light, o sin alcohol (peor).
Fue por muchos años amigo de los amigos, incluido mi padre, y nunca tuvo fama de ladrón, vicioso o aprovechado.
Sin embargo, de vez en cuando y por cuestión de negocios se juntaba con varios malandros y nada bueno podía esperarse de eso.
Un mal día se vio envuelto en una fuerte discusión que sobrevino en pelea, por cuestiones de pesos y centavos, o lo que es lo mismo de dólares y pesetas. Esta vez el perdedor fue el Cuervo, su cuerpo quedo del lado americano del Rio Bravo.

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