EDITORIAL
El pasado 14 de diciembre, en su “mañanera”, el Presidente de la República Andrés Manuel López obrador presentó cifras de la Secretaría de Gobernación con respecto a un nuevo censo, actualizado, de desaparecidos en el país.
De los más de 110 mil que se han reportado, solo quedaron 12,337, número que no se obtuvo directamente, sino cruzando información entre dependencias de los gobiernos federal y estatales, o mediante entrevistas con familiares que hicieron los llamados Servidores de la Nación.
La rasurada que se le dio indignó a los colectivos de búsqueda. Padres y madres que esperan ansiosamente resultados de las autoridades ministeriales cuyas pesquisas son muy escasas, por no decir inexistentes.
Ellos mismos tienen que ir a las brechas, a los predios baldíos, a los montes, para hallar unos cuantos fragmentos de huesos y ropa desgarrada que difícilmente sirven para identificar a alguien.
Los datos que el Presidente dio a conocer y las explicaciones que se dan para haber eliminado de la lista a más de 90 mil personas, fueron tomados como una revictimización, una “desaparición de desaparecidos”.
Lo cierto es que, viendo las fotografías de la gran mayoría de hombres jóvenes cuyas fotos se colocan en muros y puentes peatonales, se nota la mirada desafiante y la postura soberbia propias de las personas que se desenvuelven en el ámbito de la delincuencia organizada.
Por desgracia para el país, los jóvenes han sido seducidos y están fuertemente infiltrados por la narcocultura.
Vean las fotos. Jóvenes tatuados, con lentes obscuros y facha de delincuentes.
Si no lo eran, se parecían mucho a sus victimarios.
Resulta que muchos adolescentes, miles, son enrolados para cumplir la labor de halcones en puntos estratégicos de cada ciudad. Cuando por algún motivo se equivocan o no hacen lo que se les ordena, simplemente los levantan y desaparecen.
Tras lo anterior, los padres presentan la denuncia de desaparición ante las autoridades y si éstas hacen caso omiso, se unen a grupos de búsqueda.
Esa es la triste realidad.
En el caso de las jóvenes, la inmensa mayoría son bonitas, de buen cuerpo, no mayores a los 25 años. Son destinadas al lucrativo negocio de la prostitución.
Muchas de ellas se van con el maruchero o el halcón del barrio sin ser forzadas, seducidas por el brillo del dinero y la vida emocionante que les ofrecen.
No todas las desapariciones obedecen a esas circunstancias. Hay casos en que las personas son realmente inocentes, estuvieron en el lugar equivocado o inadvertidamente ofendieron a alguien peligroso.
Un día antes de la Navidad, los colectivos locales de búsqueda colocan un pino en la plaza principal, con las fotos de sus desaparecidos en lugar de las esferas y luces de colores que se acostumbra en estas fechas.
“La Navidad no es lo mismo sin ustedes. Necesitamos que estén en casa. Nuestros hermanos, hijos y esposos están desaparecidos. ¿Dónde están?”,-es lo que se dice en esa ocasión. (Foto de las redes sociales).