Por Jesús Rivera
Reynosa, Tamaulipas. La presencia de miles de migrantes haitianos ha impactado de muchas maneras en la forma de vivir del fronterizo.
En Reynosa, casi 15 mil personas de raza afrocaribeña viven en los albergues, en los hoteles y en viviendas particulares, esperando respuesta a su petición de asilo político en Estados Unidos.
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas. Taxistas del sector centro se quejan de actos violentos por parte de hombres y mujeres haitianos.
Uno de ellos que tiene su sede en el Sitio Morelos, dijo que él y su esposa fueron agredidos, además de que son sucios y dejan mucha basura en las calles.
También se refirió a sus creencias, las cuales definió como “satánicas”.
Aunque una mayoría de ellos son católicos, cerca del 45% aún profesan el sincretismo, es decir, una mezcla de creencias procedentes de África, mezcladas con prácticas propias de la región del Caribe y otras del catolicismo, dando como resultado lo que se conoce como vudú haitiano.
Este gira en torno a la creencia en espíritus que reciben el nombre de loa, que pueden equipararse con los santos católicos tradicionales.
El vudú incluye rituales para distintos propósitos.
La presencia de miles de migrantes haitianos en la Zona Centro de Reynosa no solo ha traído problemas, sino que también representan una fuente de ingresos para los negocios del área.
Diariamente acuden a comprar tiempo-aire o datos de Internet a las tiendas de conveniencia y consumen en los mercados locales.
Representantes de organizaciones de derechos humanos que se acercan a la plaza Hidalgo para ofrecerles diversas asesorías y servicios, les insisten en que deben portarse bien, que no incurran en ningún tipo de delitos puesto que con ello, las autoridades mexicanas de Migración podrán deportarlos.
“Pórtense bien, pórtense bien!”-les dicen.
Pero a pesar de todo, los problemas se presentan de manera cotidiana. Uno de ellos es la venta de alimentos preparados en condiciones dudosas de higiene.
Inspectores municipales de salubridad y de la Comisión Contra Riesgos Sanitarios les piden que se retiren de la plaza, pero apenas se pierden de vista, los vendedores vuelven al mismo sitio a ofrecer su mercancía.
“No podemos hacer nada-se quejó un inspector. Si actuamos en contra de ellos o si les decomisamos la mercancía, inmediatamente nos echan a Derechos Humanos y vamos a ser los malos”.
Simplemente no hay forma de quitarlos de la plaza. Siendo un espacio público y al estar los migrantes en una condición especial para el Gobierno Mexicano, no se puede utilizar la fuerza pública para desalojarlos, o cercar la plaza para impedir su entrada.
Hace dos semanas, cuando tomaba unas fotos en ese lugar, una reportera fue agredida por un migrante haitiano. La policía intervino y el agresor fue turnado a Migración para su deportación.
Negocios ubicados en los alrededores del jardín principal de la ciudad manifiestan, como los taxistas, su rechazo a que éstos permanezcan más tiempo en ese lugar. Una tienda de conveniencia amaneció ayer con los vidrios rotos y, aunque no se confirmó si el responsable fue un migrante, el incidente se atribuyó a alguno de ellos.
En tanto continúe la crisis migratoria, la situación continuará igual o peor.
La cancelación del Título 42 de la Ley de Migración de los Estados Unidos supone un recrudecimiento de la problemática, puesto que de un momento a otro podrían ser deportados de aquel país miles y miles de migrantes que no cumplieron con los requisitos necesarios para obtener la estancia legal.