EDITORIAL
México vive momentos de incertidumbre frente al estado de salud del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Con casi 70 años de edad, dos embolias y tres contagios de COVID-19, sería casi un milagro que se recuperara completamente.
Tanto el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, como su esposa, Beatriz Gutiérrez y voceros de Palacio, manifiestan que está bien de salud y recibe el tratamiento médico por parte de personal calificado del Ejército Mexicano.
Fuera de eso, hay absoluto hermetismo.
Hoy han sido citados en el Palacio Nacional todos los gobernadores de MORENA, y el resto de los funcionarios y líderes de ese partido tienen la instrucción de mantenerse al tanto de la salud del mandatario.
Existen versiones, no comprobadas, por supuesto, de que en Mérida el Presidente sufrió un desvanecimiento y fue llevado de urgencia a la capital del país.
Pocas horas después, el propio López Obrador habría subido un mensaje a su cuenta de Twitter donde informó que dio positivo a COVID-19 por tercera ocasión.
La falta de información confiable y documentada del Estado de Salud de López Obrador ha puesto al país entero en una situación de marcada incertidumbre.
Circulan en las redes sociales versiones de que el Senado está preparando modificaciones a la ley para nombrar a un posible Presidente sustituto.
En términos políticos, la ausencia de AMLO representaría un golpe muy duro para el proyecto de la Cuarta Transformación, ya que no tendría su pilar más sólido.
Tal situación sería aprovechada por la oposición para meter una cuña y retomar el poder, con todo lo que eso implica.