Por Jerry Zu
Reynosa, Tamaulipas. Una joven mujer tsotsil se sentó en la puerta de acceso a la Presidencia municipal con su chilpayate de 4 meses y una cartulina con el siguiente mensaje: “Hola. Disculpe la molestia. Pido ayuda a ustedes. Vengo de Chiapas, un pueblo de Lomas afectado Perdí mi casa. Ayúdame con una moneda. Gracias, que Dios te bendiga”.
Un vaso de Maruchan a medio consumir, una botella de agua, una mochila de color rosa y un sombrero rojo, es todo lo que la acompaña.
Viste el atuendo típico de su región. El niño duerme apaciblemente, cobijado en sus brazos y enredado en el reboso morado.
Se ve que no pasa de los veinte años. Tez morena, cabello largo, lacio y negro. Figura pequeña. Sus ojos reflejan la desesperanza de una vida sin futuro.
-¿Cómo se llama, amiga?
-Mary.
-¿De dónde viene?
-Chiapas.
-¿De qué parte de Chiapas?
-Mitontic.
-¿El niño está recién nacido?
-Sí.
-¿Qué edad tiene?
-Cuatro meses.
-¿Qué es lo que está pidiendo usted?
-Ayuda.
-¿Para qué pide ayuda?
-Para comer, para hacer mi casa.
Casi con monosílabos responde a las preguntas. Asegura que perdió su casa por la violencia que prevalece en aquella región, por tal motivo tuvieron que venirse a la frontera en busca de mejores oportunidades.
Pero la vida es muy difícil aquí. Ella y su esposo rentaron una modesta vivienda en una colonia de la que ni siquiera conoce su nombre. Él se dedica a hacer algunos trabajos para llevar un poco de dinero y ella se sentó frente a la Presidencia esperando la ayuda y solidaridad de los reynosenses.