Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

“Pez diablo”, una terrorífica plaga

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Por Jesús Rivera


Reynosa, Tamaulipas. El “pez diablo” o pleco invade los principales afluentes y cuerpos de agua de Reynosa.

Se trata de una especie invasora altamente destructiva, ya que se come los huevecillos de otros animales acuáticos como las mojarras tilapia, los bagres y matalotes.

Su aspecto es desagradable. Poseen un cuerpo robusto con rayas claras y obscuras, una gran aleta dorsal con espinas, aletas pectorales y caudales que rompen las atarrayas de los pescadores, además de poseer una piel dura, como una coraza, lo que también les da el nombre de “bagre acorazado”.

Por ese motivo no tienen depredadores naturales y su crecimiento es exponencial.

Hoy en día, el canal Anzaldúas, el Rodhe, el río Bravo y la laguna La Escondida rebosan de peces diablo.

Ya casi no se ven los matalotes, las tilapias o los brages, porque los plecos se encargan de engullir los huevos.

Varios pescadores ocasionales lanzaban esta mañana sus redes, sobre el puente Versalles, a unos metros del puente elevado, en las turbias aguas del canal Anzaldúas.

El Anzaldúas es un caudal que sirve para el riego del Distrito 025 del Bajo Río Bravo.

Luego de lanzar la atarraya, la mayor parte de los peces extraidos eran plecos. Solo de vez en cuando venía entre ellos una mojarra tilapia.

Estas personas, normalmente, complementaban su dieta habitual con proteína de alta calidad proveniente de las tilapias que atrapaban en el canal.

Ahora, si pescan una o dos, tienen suerte.

Uno de los pescadores explicaba que los peces diablo sí se pueden comer, pero es muy difícil limpiarlos. Solo una pequeña cantidad de carne se puede rescatar de la parte de la cola, así que lo mejor que pueden hacer es golpearlos en la cabeza contra el barandal del puente y arrojarlos de nuevo al agua. Otras veces los tiran vivos.

El canal Anzaldúas tenía dos problemas todavía a principios de año.

Por un lado, la proliferación de plecos y la disminución de la población nativa de peces. Por otra parte, el crecimiento desmesurado del lirio acuático.

Por fortuna, este último dejó de ser una amenaza cuando vinieron los riegos, el caudal creció y toda la biomasa fue arrastrada hacia el mar.

No obstante, la situación podría repetirse una vez que las aguas del canal estén calmas y el lirio vuelva a crecer, gracias a la descarga de aguas residuales que aún ermanece en el dren “De las mujeres” que cruza entre las colonias Ribereña y del Valle, y que desemboca en las aguas del Anzaldúas.

Otros cuerpos de agua donde se observan problemas similares son el canal Rodhe, que irriga el Distrito número 26 del Bajo Río San Juan y el vaso de la laguna “La Escondida” una reserva protegida que se ha visto invadida por el pez diablo.

Solo las tortugas se salvan del voraz instinto depredador del pleco.

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