Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Orizatlán, la joya de Reynosa

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-Legado perdido en el tiempo y el olvido

Por Jesús Rivera

Reynosa, Tamaulipas. Cerca del puente internacional Reynosa-Pharr, al oriente de la ciudad, se encuentra un lugar en ruinas.

Se trata de un predio rústico que fue centro recreativo en las décadas de los sesenta y setenta, vendido después a la Universidad Valle de Bravo y en la actualidad, en el más absoluto de los abandonos.

Todo estaría dentro de lo normal, como muchos otros inmuebles que han dejado de ser de interés para sus propietarios y se llenan de maleza, si no fuera porque en él permanecen aún de pie cientos de figuras elaboradas con cemento y varilla, algunas de ellas, colosales, referentes a la historia de nuestro país.

El extinto Lago Orizatlán, lugar de recreo para las pacíficas personas de aquel Reynosa que se fue, forma un contraste con las modernas oficinas de las agencias aduanales y los carriles de cruce de camiones y vehículos hacia el lado americano.

Sólo de vez en vez se recuerda a Orizatlán en las pláticas de amigos, en algún reportaje de periódico o en un ejercicio de alumnos que cursan la carrera de comunicación.

Van, toman fotos, indagan un poco y publican que las figuras fueron obra de un albañil contratado por el extinto dueño Gerónimo Monterrubio, que había un pequeño lago artificial en donde se hallaba una águila devorando a una serpiente.

Las figuras, hoy completamente dañadas por el transcurrir del tiempo, relatan las distintas etapas de la historia de nuestro país.

Monterrubio quiso incluir una escena del Jardín del Edén, donde se aprecia un árbol de piedra, a cuyo pie se encuentran Adán y Eva, con la serpiente y la manzana.

Pero más allá, vemos vestigios de una pirámide, elaborada con el mismo material, en cuya cima se encuentran Cuauhtémoc y Cortés, éste último aplicando un tormento al primero para que revelara el sitio donde escondió el tesoro de los aztecas.

Hacia el oriente, un enorme globo terráqueo con los Padres de la Patria sobre él y en medio, una colosal cruz con la figura de Cristo.

Resulta fácil acceder al exterior de ese lugar. Lo difícil es entrar, ya que se trata de una propiedad privada. No obstante, hay quienes se han atrevido a hacerlo y lo primero que ven es un monte repleto de maleza, donde puede haber bichos peligrosos.

Recorrer el sitio a pie da la sensación de vivir una aventura en la selva y descubrir una civilización desconocida.

De entre los matorrales surgen de repente aquellos colosos de concreto, ya grises por el paso del tiempo, pero aún bellos por su valor histórico, cultural y sentimental.

Recientemente, en una plática con la diputada local Eva Reyes González, se hablaba de la posibilidad de rescatar ese legado, pero también de las dificultades que puede representar una tarea de esa naturaleza.

Hubo algunas páginas de Facebook, como “Rescatemos el Lago Orizatlán” o la de la Sociedad de Historia de Reynosa, que abogaron en su momento para que ese patrimonio no se pierda, sin embargo, no hubo respuesta y sus peticiones quedaron en el olvido.