Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Columnista Invitado

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El primer día

Por Fortino Cisneros Calzada

Hoy es el primer día de la última jornada. Atrás quedó el largo y azaroso camino cuyo balance resulta positivo por cuanto aquí estoy, en buenas condiciones físicas, mentales y anímicas. No pude haber vivido más intensamente; pero, quizá debí aprender más de cada una de las vivencias que hicieron de mi estancia aquí una fantástica aventura, con princesas, palacios, hadas y dragones.
Mis ancestros hace mucho tiempo que marcharon. Los recuerdo con gratitud; pero, no los añoro. Su ausencia fue mitigada con el advenimiento de otras personas, seres maravillosos que me han colmado de alegría y han permitido que vuelque sobre ellos mis afectos. En el prolongado viaje me han acompañado la mujer que amo, mis hijos, mis nietos, mis hermanas, mis sobrinos, mis amigos, mis jefes, mis compañeros y un dilatado cortejo de personas que han dejado su huella en mi corazón.
A lo largo de mi existencia he rechazado privilegios inmerecidos; tengo la convicción juarista de que sólo viviendo en la honrada medianía es posible escuchar las voces que marcan los rumbos y los modos, lejos de apegos y manías. Quizá un privilegio que puedo reclamar y del que me ufano, es haber demostrado que se puede ejercer el noble oficio del periodismo sin hundirse en el pantano de la corrupción.
He visitado varios países; pero, mi mayor satisfacción es haber penetrado la entraña de los pueblos que marcan los extremos del abanico económico, político y social. En Nueva York, poder y sofisticación, entendí el sentido del Imperio; en La Habana, alegría y soberbia, la filosofía de la liberación. Entrambos, México, soledad y comunión, la conciencia de lo auténtico.
Me ha sido posible entender que México, uno de los países germinales de la agricultura y por tanto de la cultura, ha estado siempre adelante en el progreso y desarrollo humano. Me gusta difundirlo a través de mis libros y artículos. Si pudiera lograr con ellos que alguien comparta ese profundo amor al solar nativo y se interese en conocer su historia, entendiéndola como la secuencia de grandes transformaciones que van más allá de los hombres, sus pasiones y debilidades, estaré satisfecho.
Con rigor y honestidad, debo confesar que de los diez libros que ha escrito, quizá sólo puedan rescatarse tres: El Oficio Trascendente, El Monarca del Guadiana y Vitrales de Nuestra Señora de Guadalupe en Reynosa. El resto no me avergüenza; pero, tampoco me enorgullece.
Al iniciar el último cuarto de mi vida, lo hago con fe. Agradezco a mi Padre todos sus dones y sé que no me dejará al final. Reconozco a cuantos han tenido que ver, directa o indirectamente, en mi andar y les aseguro que siempre traté de ser digno de su afecto, apoyo y confianza.
No podría emprender la nueva odisea, tal vez la más dura, sin pedir, humildemente, perdón a todos los que he ofendido y a quienes, voluntariamente o no, provoqué algún perjuicio. No tengo nada que perdonar; pero, si fuera necesario, perdono de corazón.
No me siento alejado de las pasiones que ponen color a la vida y ya no tengo reticencia para reconocer mis debilidades. Mi mayor satisfacción es haber encontrado, quizá un poco tarde, mi vocación; esto es, la tarea que me ha permitido ser productivo y útil a los demás, procurándome un ingreso suficiente para cubrir mis necesidades personales y familiares (y alguna satisfacción extra).
Me place mi afán por ser un hombre libre e idealista. Puedo decir al final: No tengo amo ni soy amo de nadie.