ALEXA Y EL BIG BROTHER
Por Joaquín Olea
Los actuales ciudadanos del mundo somos parte de generaciones altamente privilegiadas.
Vivimos en una época donde la tecnología resuelve (casi) todos los problemas básicos de nuestra vida cotidiana.
Muchos de nosotros podemos realizar nuestras actividades laborales desde la comodidad de nuestra casa.
Podemos solicitar un préstamo bancario, liquidar nuestras deudas domésticas, comprar boletos de avión, entradas para el cine o el teatro u ordenar alimentos a través del Internet sin tener que hacerlo presencialmente.
¡Qué difícil sería la vida sin la comodidad que la tecnología nos aporta!
Pero todo tiene un costo. El nuestro ha sido la pérdida de la privacidad.
Los seres humanos vivimos actualmente dentro de una sociedad constantemente vigilada y monitoreada, a tal grado que Winston Smith, el habitante de la sociedad distópica que George Orwell retrató en su clásico 1994, con su Big Brother, parecerían protagonistas de una historia para niños.
Últimamente se han documentado numerosas historias sobre ALEXA, el robot doméstico que responde a comandos de voz proporcionando información de todo tipo, creado por la empresa Amazon del multimillonario Jeff Bezzos y como, mediante miles de pruebas emíricas se ha llegado a la conclusión que Amazon, a través de Alexa, proporciona información a la Agencia Central de Inteligencia Norteamericana (CIA).
Todo inició con una información de Wiki-Leaks informando sobre un convenio firmado entre Amazon y la CIA.
Un desconfiado usuario de Alexa, confiando en que Alexa nunca miente, le hizo la prueba de su polígrafo personal.
Inició con preguntas sencillas, todas las contestó Alexa. Cuando le preguntó si ella trabajaba para la CIA, Alexa contestó: “No, yo trabajo para Amazon”.
La siguiente pregunta fue: “¿Amazon coopera con la CIA?”. Alexa se desconectó. Cuantas veces el usuario hacía la misma pregunta, Alexa automáticamente se desconectaba.
Este usuario subió su experiencia a las redes sociales y a partir de ahí miles de usuarios intentaron el mismo procedimiento. Algunos incluso incluyeron preguntas de si la CIA había asesinado a Michael Hastings, el periodista de Buzz Feed presuntamente eliminado por esta agencia o si la CIA estaba escuchando en esos momentos. La respuesta de Alexa fue siempre desconectarse.
Generalmente cuando Alexa no tiene datos para dar una respuesta lo admite. Jamás se desconecta. La lógica tras esta maniobra es que desconectarse es un salvoconducto legal para llegado el caso sortear demandas por violación de la privacidad. No responder es un recurso legalmente válido.
Por cierto, de acuerdo a los expertos, hay ciertas palabras a las cuales atiende el mecanismo interno del robot trasladando estos estímulos a servidores que los analizan para detectar el grado de peligrosidad de quien o quienes las hayan pronunciado.
No hay duda, el Internet, las plataformas digitales, los gadgets, etc., hacen nuestra vida más fácil. Solo entendamos que diariamente estamos pagando el precio de la invasión de nuestra privacidad.