Por Jesús Rivera/Buró Periodístico
Reynosa, Tamaulipas. Como resultado del aumento de las actividades delictivas, algunas regiones del país se quedan solas; comunidades enteras que tienen que emigrar hacia el norte del país en busca del “sueño americano” viven las consecuencias de una política pública demasiado tolerante con los grupos criminales.
Albergues como “Senda de Vida” no solo reciben a migrantes centroamericanos y haitianos, sino que el número de mexicanos desplazados que se refugian ahí es cada vez mayor.
Tal es el caso de una familia que habita de manera temporal en una de las pequeñas casas de madera en el interior del albergue.
Una pareja con sus dos hijos y dos sobrinos que vivían en una comunidad de Morelia, Michoacán, salieron hace aproximadamente un mes y medio casi con lo que tenían puesto.
Dejaron atrás su casa, sus pertenencias, trabajos y hasta la escuela de los más jóvenes.
La señora Otilia y su esposo José Isidro tienen la esperanza de que su solicitud de asilo político en Estados Unidos se resuelva favorablemente.
Mediante la plataforma del CBP One presentaron algunos documentos en el puente Internacional, pero de ahí los mandaron a “Senda de Vida” para asesorarse con los abogados que prestan sus servicios en esa institución.
“Nos dijeron que no había ninguna ayuda para nosotros, pues que esperáramos hasta que hiciéramos la aplicación. La hicimos, pero no nos salió bien y ahorita la volvimos a borrar y la volvimos a hacer, pero estamos esperando la respuesta de que sí nos puedan ayudar porque es desesperante estar sin dinero, sin ropa, sin nada”-testimonió.
Su esposo, quien trabajaba en el campo tuvo que tomar la decisión como muchas otras familias, de salir precipitadamente bajo amenazas de la delincuencia.
De hecho, doña Otilia comentó que uno de sus sobrinos fue secuestrado, pero aunque se los devolvieron, fueron obligados a dejar atrás todo por lo que habían luchado a lo largo de su vida.
“Nos quitan lo que tenemos conseguido… A nosotros nos dieron chance que saliéramos de ahí si queríamos seguir vivos. A él sí se lo llevaron-señaló a uno de sus sobrinos de aproximadamente 25 años de edad-; a él sí se lo llevaron y duraron ocho días con él. Es mi sobrino. Lo tuvieron secuestrado y nos dijeron que lo iban a dejar vivo, pero que teníamos que salir”.
La idea de la familia es conseguir el asilo humanitario en Estados Unidos en calidad de desplazados por la violencia criminal.
No obstante, a diferencia de haitianos y centroamericanos, no existe la certidumbre de se les permita cruzar la línea divisoria.
Uno de los requisitos del programa CBP One es que los aspirantes a conseguir el asilo tengan familiares en los Estados Unidos.
Doña Otilia tiene un hermano en Florida, donde espera tener una vida más tranquila.
“Nosotros nunca pensamos viajar porque uno tiene todas sus cosas”-mencionó.
¿Quedarse en la frontera? No es opción, porque el trabajo escasea y sería casi empezar desde cero.
En el mes y dos semanas desde que llegaron a esta frontera, los seis miembros de esta familia no han salido del albergue.
Enseguida de la pequeña casa de madera, que ocupa una superficie no mayor de 25 metros cuadrados, hay otra familia con mexicanos desplazados, viviendo en similares condiciones de semi aislamiento.
Dentro del perímetro de “Senda de Vida” hay varias tiendas que venden refrescos y comida.
No hay nada más que hacer. Solo esperar.
Y mientras aguardan con ansias la respuesta del Gobierno norteamericano a su solicitud de asilo, la petición para las nuevas autoridades es que garanticen la seguridad en las comunidades.
“Está bien difícil, porque no teniendo seguridad es como si no tuviéramos vida”-finalizó, y en sus ojos aparecieron las lágrimas.