EDITORIAL
Una de las primeras frases de campaña de Andrés Manuel López Obrador en el 2018 fue la siguiente: “Van a tener que amarrar al tigre”, al preveer el posible fraude electoral del 1 de julio de ese año, fecha de la jornada electoral en que resultó con un apabullante triunfo.
Ahora, a poco menos de tres meses de distancia de la próxima elección presidencial, bajo sospecha de estar encabezando una elección de estado, con el país a punto de írsele de las manos por la violencia desbordada, parece que le está pisando la cola al tigre, y el felino está despertando.
Hoy, los medios nacionales documentaron la forma en que un grupo numeroso de personas encapuchadas irrumpieron en Palacio Nacional, después de romper una de las puertas de acceso con una camioneta.
Son padres, hermanos, amigos y compañeros de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, en septiembre del 2014, caso que no ha podido ser resuelto por el actual Gobierno Federal.
Además de estos hechos, surgen en el país manifestaciones de inconformidad por la revictimización de desaparecidos y la nula ayuda a las madres buscadoras; la violencia se recrudece, el crimen organizado se ufana, no hay medicamentos ni para niños de cáncer ni para nadie más, la economía está clavada con alfileres, las obras faraónicas e inútiles no cumplen con las espectativas, la sospecha de corrupción de familiares directos del Presidente y los golpes mediáticos internos y externos por el supuesto financiamiento a sus campañas políticas.
Se está viendo en todo el país. A pesar de que millones de personas de los estratos socioeconómicos más bajos lo siguen apoyando por las pensiones y las becas que otorga su Administración, cada vez son menos los convencidos, porque no se puede tapar el sol con un dedo.
Y a todo esto, -a pesar de todos los lastres que arrastra- el avance de la candidata del frente opositor, Xóchitl Gálvez quien, si ocurrieran las elecciones en este momento, ganaría en los Estados del norte del país, donde las condiciones socioeconómicas son menos marginales y por consiguiente, menos manipulables.
Hasta ahora solo ha despertado la parte “fifí” del tigre, el hemisferio derecho, pero poco a poco sale de su letargo el izquierdo. Y cuando eso ocurra, vendrá la alternancia o se afianzará la dictadura en México.