Por Pegaso
Ahora que los periodistas más picudos del país (y no me refiero a los Lorets, a los Dórigas, a las Merker o a las Aristeguis) se pondrán en pie de lucha para exigir se investigue y en todo caso, se castigue a los responsables del homicidio de la periodista tijuanense Lourdes Maldonado López, es momento de revisar algunos otros renglones en los cuales los picateclas hemos estado muy olvidados.
Sí. Van como 58 compañeros caídos en los primeros tres meses del actual gobierno, pero habemos muchos que estamos muriendo por otras causas muy diferentes, no tanto por las balas criminales de sicarios del crimen organizado, soldados o policías.
Estamos muriendo de hambre y de enfermedad.
De hambre, porque las empresas periodísticas no se caracterizan precisamente por ser muy sueltas.
Son escasísimas las plazas y los medios de comunicación que realmente pagan bien a sus reporteros.
Recién me decía mi amigo Lucky Campos que en Monterrey, el quehacer del periodista sí es bien remunerado, al contrario de Reynosa, donde muy apenas saca uno para irla pasando.
Aquí, la mayoría de nosotros ha tenido que independizarse, después de traumáticas experiencias en los medios convencionales, como los periódicos y las estaciones radiodifusoras.
Yo recuerdo que en una estación de radio donde trabajé, fui despedido porque me ordenaron que atacara al entonces Alcalde, Humberto Valdez Richaud.
Y con atacar, quiere decir una campaña de críticas, de señalamientos y hasta infundios con el propósito de hacer que el funcionario doble las manitas y se llegue a un acuerdo económico con el medio de comunicación.
No lo hice así, y de Monterrey vino la orden para darme de baja.
No quiero generalizar, porque debe haber medios de comunicación donde sí se conduzcan con ética periodística, pero hay otros que sí se pasan de la raya.
Pues bien. Cansados de todo eso, muchos nos hemos vuelto nuestra propia empresa, y cada quien se maneja como mejor le plazca o como su propia conciencia se lo mande.
Pero siendo el periodismo tan mal pagado, una buena parte de los que ejercemos este noble oficio carecemos de seguridad social.
Así que también en el tema de la salud estamos fritos.
Hace muchos años una asociación de periodistas hizo un convenio con la Dirección estatal del ISSSTE para que esa institución atendiera de manera gratuita a los compañeros y a sus familias que así lo requirieran.
Pero de cualquier manera, si caemos víctimas de enfermedades más graves, que requieran cirugía o especialidades, no hay manera de cubrir semejantes gastos.
Se supone que, automáticamente, si yo empiezo a trabajar en un periódico, en una estación de radio o en una televisora, se me da de alta ante el IMSS e INFONAVIT, para gozar de esos beneficios. Pero al menos en uno en el que estaba, supe hasta muchos años después que no estaba inscrito en el Seguro Social.
Mea culpa, porque di por sentado que mi incorporación al régimen de seguridad social sería automático, y porque nunca me tomé la molestia de verificarlo.
En fin.
El refrán estilo Pegaso, cortesía de mi amigo, el finado periodista Juanito Ramos, dice así: “Si laboras en un medio de información, o pereces de inanición o pereces por una exagerada ingesta”. (Si eres periodista, o te mueres de hambre, o te mueres de un atracón).