Por Pegaso
No cabe duda que el PRI está dando sus últimas patadas, antes de colgar los tenis y desaparecer de manera definitiva del panorama político mexicano.
Comentaba temprano con un buen amigo, Mauricio De Alejandro, joven promesa de la política local, que todo en la vida obedece a un ciclo, y parece ser que el ciclo del PRI ya ha terminado o está por concluir.
Repasando la historia de ese partido político, vemos que nació como Partido Nacional Revolucionario (PNR), en 1928 de la mano de Plutarco Elías Calles.
Los abusos y pugnas internas degeneraron en el cambio de nombre y de estructuras, y así, en 1938 cambió su nombre a Partido de la Revolución Mexicana (PRM), conservando los mismos colores de su escudo: verde, blanco y rojo.
Al terminar su ciclo el PRM, dio paso a la creación del partido Revolucionario Institucional (PRI), que desde 1946, mantuvo un férreo dominio político en el país.
En el 2000, el botudo y bigotón de Vicente Fox ganó la elección para Presidente de la República y desde entonces, ha habido una alternancia.
Tras dos sexenios panistas, hubo uno priísta y en la actualidad, gobierna un morenista.
Luego de esta síntesis informativa, quiero hacer notar que los fuertes golpes asestados al PRI en las últimas dos décadas no han podido sepultarlo.
A pesar de que cada vez menos mexicanos creen en ese partido, sigue peleando y ganando alguna que otra gubernatura, alguna que otra diputación y alguna que otra senaduría.
Comentaba a Mauricio de Alejandro que si el PRI quiere revivir sus viejas glorias, en lugar de andar robaleando, debe necesariamente cambiar desde sus cimientos.
No basta con que un candidato diga que representa al nuevo PRI, como ocurrió en esta ocasión, porque nadie se los cree.
Benito Sáenz Barella, candidato a la Presidencia Municipal, se pasó toda la campaña diciendo que los mugrosos, los tramposos y los corruptos eran los viejos priístas y que él sería más transparente que un manantial de agua mineral.
Pese a todo, en el recuento de votos quedó en un vergonzoso cuarto lugar, atrás de un partido nuevo, que postuló a candidatos casi desconocidos: El Partido Esfuerzo Solidario (PES).
Solo un cambio de nombre, de estatutos, de colores y de integrantes podrá salvar al PRI.
Si alguno de mis dos lectores me dice que eso equivale a hacer un partido diferente y sepultar al Revolucionario Institucional, le diré que eso es, precisamente, lo que quise decir.
Como resultado de las elecciones del domingo pasado, si bien le va al PRI, podrá obtener una regiduría en el próximo Cabildo que encabezará Carlos Peña Ortiz.
Esa regiduría corresponde a mi muy estimada y admirada maestra María Esther Camargo de Luebbert, mujer honesta, de amplia experiencia en el servicio público y natural carisma.
Por lo pronto, nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “Tuviste una experiencia similar a la que ocurre en festejo popular”. (Te fue como en feria).