Por Pegaso
Navegando por las redes sociales me encontré algunas citas interesantes que subió a su muro de Facebook mi amiga y ex compañera periodista Mayra García Sánchez, ahora avecindada en España, donde se analizan los actos de poder y cómo estos están fundamentados en el conocimiento.
Para empezar, fue el filósofo inglés Francis Bacon (Pancho Tocino, pa’ los cuates) quien acuñó la frase: “El conocimiento es poder”.
A partir de entonces ha corrido mucha tinta sobre el tema.
Es una verdad de a kilo que los hechos no son importantes por sí mismos, sino por la interpretación que se les da. Y generalmente, dichas interpretaciones traen una carga ideológica sesgada que se establece como una verdad cuando este es un acto de poder.
Poseer conocimiento es tener poder, el poder de decidir qué es bueno y qué es malo para una sociedad, así que el control del conocimiento es imprescindible para conservar ese poder.
Por consiguiente, desde los ámbitos del poder se produce el saber, se establece el conocimiento, se dictaminan las verdades, se definen los hechos y se provee la única interpretación ortodoxa, convertida en verdad.
Así pues, el poder reside en tener la capacidad de imponer una interpretación como verdad, y de sofocar todas las demás interpretaciones.
Son citas textuales que subió Mayra a su Facebook, tomadas, pienso, de algún tratado sobre el tema, porque la maja no incluyó el título del mismo.
Sea como sea, las consideraciones que ahí se tratan tienen actualidad porque eso es precisamente lo que está pasando en México, donde los hechos se interpretan al gusto y modo del poder.
El poder que siempre tiene “otros datos” y que pretende convertir en verdad ortodoxa.
Hay un libro que siempre recomiendo, llamado “Las 48 Leyes del Poder” (The 48 Laws of Power, por su título en inglés. Autor: Robert Greene. Editorial Viking Press) .
Está inspirado en los conocimientos de “El Arte de la Guerra”, de Sun Tzu y “El Príncipe”, de Nicolás Maquiavelo, principalmente, pero también toma frases y anécdotas de muchas otras fuentes históricas.
Algunas de las Leyes del Poder son: Nunca hacerle sombra al amo, defender a muerte nuestro prestigio, llamar la atención a cualquier precio, evitar a los perdedores, utilizar la franqueza como arma, mostrarse como un amigo, pero actuar como un espía, aplastar por completo al enemigo, mantener el suspenso y manejar el arte de lo impredecible, no ofender a la persona equivocada, utilizar la técnica de la capitulación para transformar las debilidades en poder, planificar las acciones de principio a fin, controlar las opciones y hacer que otros jueguen las cartas que nosotros repartimos, jugar con la fantasía de la gente, descubrir el talón de Aquiles de los demás, ser oportunistas, armar espectáculos imponentes, menospreciar lo que es gratuito, trabajar sobre el corazón y la mente de los demás, etc.
El libro narra deliciosas anécdotas sobre cómo utilizar y cómo no utilizar las técnicas del poder.
Hay una que me llamó la atención, llamada “la técnica de la mano de gato”.
Resulta que en una mansión vivían un gato y un mono. El dueño de la mansión tenía unas suculentas castañas en un bol, y ardía un cálido fuego en la chimenea.
Entonces, el mono le dijo al gato: Vamos a tomar las castañas, las echamos al fuego y luego las juntamos para comerlas más tarde, ya peladas. Yo las echo al fuego, tú las sacas y yo las regreso al bol.
Así lo hicieron: Y mientras el gato sufría cuando sacaba las castañas porque el calor le quemaba las manos, el mono se las iba comiendo conforme el felino se las pasaba.
Usar a otros para hacer el trabajo sucio, es utilizar la técnica de la “mano de gato”.
El conocimiento, o en este caso, la astucia, es poder.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso, cortesía de “El Hombre Araña”: “Una enorme capacidad equivale a una enorme responsiva”. (Un gran poder implica una gran responsabilidad).