Por Pegaso
¡Chirigüillos y chirigüillas de Monterrey! No se me vayan a enojar por lo que diré a continuación. Es para beneficio de todos los regios y de los mexicanos, pero sobre todo, en pro del sentido común, tan falto de sentido en estos nuestros días de la posverdad.
Yo sugiero que se le cambie el nombre al “Cerro de la Silla”.
Que se llame “Cerro de la Montura”.
Cuando un extranjero o cualquier persona que no conoce Monterrey y le platican del “Cerro de la Silla”, se imagina una montaña con una silla común y corriente en la parte más alta.
Si le comparte esa imagen a su interlocutor, que obviamente, sí sabe de qué se trata, es probable que este le muestre una fotografía del citado accidente orográfico y entonces, esa persona responderá: “Ahhh! ¡No, hombre! Esa no es una silla. Es una montura para caballo”.
Y ahí está el detalle, como decía Cantinflas. Cuando uno se refiere al “Cerro de la Silla”, debe completar la frase: “El Cerro de la Silla de Montar”, lo cual sería más exacto.
Pero como es demasiado largo, quedaría mejor simplemente: “Cerro de la Montura”.
Ya sé que esto jamás lo van a aceptar los cuadrados regios, que están muy orgullosos de su icónico monumento natural pero, ¿a poco no es semánticamente más correcta mi sugerencia que el ambiguo nombrecito que tiene actualmente?
Miren. Si me dicen que en Monterrey también está el “Cerro de las Mitras”, lo aceptaré, porque efectivamente, la cumbre de esa montaña parece tener varias mitras de obispo. Pero en lo que toca al “Cerro de la Silla” siempre me ha hecho ruido por lo que ya expliqué ad supra.
El “Cerro de la Silla”, que para mí es el “Cerro de la Montura” ya era muy famoso desde hace mucho tiempo.
En la película “Pablo y Carolina” (Estrenada en 1955. Director: Mauricio De la Serna. Protagonistas: Pedro Infante, Irasema Dilián, Alejandro Ciangherotti, Eduardo Alcaraz y Miguel Ángel Ferriz), un rico empresario de Monterrey llamado Pablo Garza se traslada a la Ciudad de México tras recibir una carta de una tal Carolina Sirol, hija de una acomodada familia capitalina. Cuando Pablo llega a la residencia para conocer a quien le escribiera, se encuentra con Carolina, pero vestida como un cadete de la marina. Se arma un soberano relajo porque Pablo se hace amigo de Aníbal (así se hace llamar Carolina en su rol de cadete) y busca conocer a la autora de la carta.
Finalmente la descubre, y es una de las escenas más románticas del cine nacional, cuando Pedro Infante, es decir, Pablo Garza le dice a Carolina: “¡Ahhh, qué Anibalito!” Y le estampa un sonoro beso de sacacorchos.
En lo que toca al cerro, es una montaña que forma parte de la Sierra Madre Oriental, ubicado entre los municipios de Monterrey, Guadalupe y Juárez, del Estado de Nuevo León.
El llamado “pico norte” es el de mayor altitud, con 1,821 metros.
El nombrecito se lo debemos a Alberto Del Canto, un explorador portugués, fundador de varias ciudades, como Saltillo.
Desde el 26 de abril de 1991 fue decretado como Área Natural Protegida en la categoría de monumento natural.
Otras montañas que rodean la urbe regiomontana son el ya citado “Cerro de las Mitras”, el “Cerro de Chipinque”, el “Cerro del Topo Chico”, el “Cerro del Obispado”, el “Cerro de la Loma Larga” y el “Cerro de la Huasteca”.
Tanto la región donde se ubica Reynosa como la ciudad de Monterry, formaban parte del fondo marino del Mar de Tetis, durante el Cenozoico (por eso hay fósiles de animales marinos a grandes alturas).
Tetis, en la mitología griega, era la mamá de Aquiles, el héroe de la Ilíada. Tetis estaba casada con un rey llamado Peleo, de ahí el nombre con el que también se conoce al Pelida Aquiles, es decir, el hijo de Peleo. Pero bueno, esa ya es otra historia.
Por lo pronto, nos quedamos con el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “Lo han hecho descender de la montaña a ritmo de instrumento de percusión”. (Lo bajaron del cerro a tamborazos).