Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Monterrey

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Por Pegaso

No deja de asombrarme cómo crece y sigue creciendo la ciudad de Monterrey.

Se palpa el progreso y la modernidad, no como Reynosa, que sigue siendo un rancho grandote.

Tan solo pensar que cuenta con enormes edificios que están entre los más altos de América Latina y que esto la coloca entre las urbes más importantes del mundo mundial.

La Torre Obispado es hoy por hoy, la más alta de México, con 305.3 metros, superando incluso a la gran Torre Santiago, de Chile, que con sus 300 metros era la edificación más alta de Latinoamérica.

Hay una especie de competencia entre Monterrey y la Ciudad de México para ver quién construye la torre más elevada y hasta ahora, Monterrey va ganando la carrera.

Y más cuando se anunció recientemente que se construirá la Torre Rise, con más de 440 metros, el primer super rascacielos que podría competir al tú por tú con los de Hong Kong, Shangai, Nueva York, Chicago o Dubai.

Yo siempre me he preguntado, ¿para cuándo Reynosa tendrá un edificio de más de cien metros de alto?

Ciudad Victoria, que es la capital, apenas hace una década construía la Torre Gubernamental, con solo 120 metros de elevación.

Pero volviendo a Monterrey, tan cerca, pero a la vez tan lejos de Reynosa, puedo decir muchas cosas, como el hecho de que está rodeado de imponentes montañas, como el Cerro de la Silla, el Cerro de las Mitras y el Cerro del Topochico, donde se puede practicar el deporte del campismo, el excursionismo y el rapelismo.

Veía yo un video donde un grupo de chavos suben al icónico Cerro de la Silla, armados con arneses, botas de alpinista y cascos protectores, para realizar lo que los regios llaman “el sillismo”, es decir, el recorrido de los cuatro picos que componen la cumbre de esa montaña: El pico de La Antena, el de la Virgen, el Pico Norte y el Pico Sur.

Otro video semejante se puede encontrar en You Tube, pero esta vez, el reto es recorrer los siete picos del Cerro de las Mitras.

No solo la naturaleza está presente, sino que en Monterrey se puede comprar lo que sea, desde los artículos más básicos hasta los más lujosos, y no le pide nada a los grandes centros comerciales de McAllen e incluso de Houston o de cualquier otra ciudad importante de los Estados Unidos.

Lo que no me cabe en la mente es esa manía con el futbol. Se inventaron dos equipos, Los Rayados y Los Tigueres, y les crearon una rivalidad artificial.

Entonces, ahí tenemos divididos a los regiomontanos, peleándose para ver cuál de los dos teams es el más chingón.

Otra cosa que me saca de onda es su fijación con los payasos. Desde “Pipo”, “Pin Doce”, “Cepillín” y ahora ¡hágame usted el recabrón favor! “Los Payasónicos”.

Alguien creyó que era buena idea pintarrajear a unos chavos, vestirlos con chalequitos ridículos y ponerlos a berrear.

Pero Monterrey es mucho más. Ya lo decía Rigo Tovar: “Monterrey, la ciudad que sin playas y sin palmeras es tan bullanguera”.

La gente parece tener un espíritu especial. Aunque son muy pocos los que hacen billetes y la mayoría de la raza anda igual de jodida que en el resto de la República, como que se contagian de ese encanto, de ese orgullo de pertenecer a una de las ciudades más modernas y progresistas de México.

¡Venga el refrán estilo Pegaso!: “¡Precisamente en este momento, procediste a aseártela!” (¡Ahora sí, te la bañaste!)

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