Por Pegaso
Admiro a dos personajes: Nayib Bukele y Silvester Stallone, en ese orden.
A Nayib, porque desde que llegó a la Presidencia de El Salvador se ha dedicado a limpiar las calles de su país de los pandilleros, vagos, delincuentes y narcotraficantes, quienes durante muchos años violaban, asesinaban, robaban y abusaban de la ciudadanía.
Cuando eso ocurría, las organizaciones internacionales de derechos humanos no decían ni pío, pero nada más comenzó a llevar al tambo a los malosos e inmediatamente empezaron a decir que se violan los derechos humanos.
Bukele tuvo que imponer en su país una ley marcial, un estado de excepción, porque de otra manera no se podía hacer nada e iban a seguir los mismos problemas.
El caso de El Salvador ha servido para evidenciar por enésima ocasión a la orden de quién están las organizaciones internacionales de derechos humanos.
“Si los quieren, llévenselos,-les respondió una vez Bukele. ¿En qué camión se los pongo?
Hasta ahorita nadie le ha tomado la palabra.
El otro héroe al que admiro es a Silvester Stallone. Es Rocky y es Rambo. También forma parte de Los Indestructibles. Masca rieles y se los pasa con ácido muriático.
El tipo rudo de Hollywood respondió a las nuevas políticas de los grandes estudios y productores de películas, quienes pretenden obligar a que un porcentaje de personajes sean de la diversidad sexual.
La respuesta de Stallone, por supuesto, caló hondo entre los llamados grupos minoritarios, que en Estados Unidos reciben el nombre de “progres”.
¿Qué creen lo que respondió Rambo cuando le llegó el oficio de que debería incorporar personajes gay, ultrafeministas y de otras minorías?
Dijo: “El contenido políticamente correcto y LGBTQ es una basura que no tiene nada que ver con el género de acción y que solo busca complacer a una minoría ruidosa y ofender a la mayoría silenciosa”.
Esa frase pasará a la historia.
Ya lo había dicho yo, pero en otras palabras.
Caer en el juego de pequeños grupos de personas inadaptadas que a fuerzas quieren que pensemos igual que ellos es la mayor idiotez del mundo mundial.
Ahora resulta que si alguien se cree perro yo estaré obligado a pensar que es un perro, aunque la evidencia demuestre que es una persona humana.
Pero si yo no le reconozco su derecho de percibirse como perro, entonces voy a ser un intolerante, antitransgénero, canofóbico y violador de sus derechos ¿humanos? más elementales.
Les recomiendo ver un pasaje de la película La Vida de Brian (Life of Brian, por su título en inglés. Año de estreno, 1979. Director: Terry Jones. Protagonistas: John Cleese, Graham Chapman, Terry Gillian, Terry Jones y Michael Palin).
El pasaje se llama: “Me siento mujer”. Un sujeto que pertenece al Frente Popular Judaico discute acerca de los derechos del hombre y la mujer. Uno de ellos, Stan, termina diciendo que quiere ser mujer porque se siente mujer. Sus compañeros le replican cuál es el caso de sentirse mujer si no puede parir. Y él responde que de todos modos es su derecho como hombre poder sentirse mujer y tener hijos, si quiere. Al insistirle que eso es imposible, solo contesta: “¡No me repriman!”
Eso pasaba ya desde 1979.
Así, pues, si Hollywood quiere dar gusto a las minorías e imponer que en las películas salgan más jotos y lesbianas bajo la amenaza de no avalar su producción, también los productores, como Stallone, tienen derecho a negarse.
Y si Bukele, el Presidente de El Salvador quiere limpiar a su país, ¿qué más da?
En un mundo tan loco como este, donde las cosas están de cabeza, se agradece un poquito de cordura.
Por eso, aquí nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “Obsérvame y abstente de palparme”. (Mírame y no me toques).