Por Pegaso
Yo no estoy a favor de que los ministros de la Tremenda Corte, del TRIFE y demás tribunales se elijan por votación popular, porque el riesgo es de que se manipule el proceso y queden solo personas afines al poder, sin ningún tipo de contrapeso.
Sí estoy de acuerdo en que se les quiten y restrinjan muchas cosas, como el pantagruélico salario que ellos mismos se asignaron y la forma en que a veces manipulan la ley para favorecer a los más poderosos.
No sé si algún ministro es asiduo lector de esta columna, pero mire: Los angelitos ganan mensualmente 206,948 devaluados pesos, un aguinaldo y prima vacacional de 445,309 pesos, pago anual por riesgo de trabajo de 416,754, más chorromil prestaciones extraordinarias, como gastos médicos mayores por hasta un millón, 050,182 pesos, ayuda de gastos funerarios por 35 mil pesos y pago por defunción de hasta 827,792 pesos. (Fuente: El Economista).
Pero además, les pagan renta, les dan coche nuevo cada año, se les compra sus trajecitos con cargo al erario público, se les asigna un chofer a ellos y a su familia, se les da un billetón para que vayan a tragar a los restaurantes más exclusivos, se les entregan viáticos cuando viajan… es más, ¡hasta cuando están durmiendo están ganando dinero esos cuates!
Mientras tanto, las personas a las que tienen que procurar justicia viven en tecuruchos de madera, comiendo una vez al día sus frijolitos en bola con tortillas de Maseca y su chesco, con un carrito desvencijado, si bien le va y un salario que no supera los doscientos pesos diarios (6 mil pesos mensuales, equivalentes al 1.4% del salario de un ministro).
Eso quiere decir que en México el sueldo de un miembro de la SCJN corresponde al de casi 80 trabajadores de salario mínimo.
No digo que no merezcan buenos salarios, de acuerdo con su preparación y carrera profesional, ¡pero que no se la bañen! (Se asoma un ministro y dice: ¿Pegaso, y qué te importa si nos la bañamos? ¡Es nuestra!)
Estoy de acuerdo en que se les paguen unos 120 mil chuchos mensuales, y todavía se me hace mucho. Pero que de ese sueldo pague sus vehículos, sus choferes, la renta o hipoteca de sus casas y las vacaciones. Que los problemas médicos que lleguen a padecer los atiendan en el IMSS o en el ISSSTE, para que sepan lo que es bueno.
Que les den para comer en La Merced o en cualquier puesto de tacos callejeros, en lugar de pagarles los más refinados manjares que sirven en restaurantes de Tres Estrellas Michelín.
Que se acostumbren a ganarse el sueldo con el sudor de su frente. Que se les vigile puntillosamente para que no caigan en corruptelas. Que no se vendan al mejor postor y que realmente apliquen la justicia a los pobres.
Porque les voy a decir algo: La justicia, tal como se aplica en México, solo está al alcance de los ricos.
Deberían promover una reforma para que también los pobres alcancen tan siquiera un poquito de ella.
Porque, como decía don Fidelito Ocho: ¡Pobre del pobre que al cielo no va, lo chingan aquí y los chingan allá!
Ya no quiero decir más, porque me estoy encabronando. Mejor los dejo con el refrán estilo Pegaso que dice así: “Con moneda corriente danza el cuadrúpedo canino”. (Con dinero baila el perro).