Por Pegaso
Recuerdo que allá, por el 2005, hubo un alcalde de Reynosa, de triste memoria, que en las entradas de la ciudad colocó el siguiente eslogan: “Bienvenidos a Reynosa, la Metrópoli de Tamaulipas”.
Ya desde aquel tiempo se perfilaba nuestra urbe como la de mayor crecimiento poblacional y económico del Estado.
Luego vino el tema de la inseguridad, con la guerra de Calderón contra el crimen organizado que repercutió hasta en el último rincón del País, cuyas consecuencias, hasta la fecha, no nos hemos podido sacudir.
En el 2020, se vino la pandemia. Tras dos años y cacho, parece que va cediendo.
Inseguridad y pandemia son dos factores que frenaron el crecimiento normal de las ciudades, como Reynosa.
Reynosa fue dependiente, durante muchos años, de la pizca de algodón, cuando los gringos estaban en guerra y necesitaban de fibras textiles baratas para hacer los uniformes de sus soldados.
Después se vino el auge del petróleo, y se importaron montones y montones de veracruzanos.
Luego se instalaron las maquiladoras. El llamado “muro de la tortilla”, porque fue creado como un programa que evitaría la migración ilegal hacia los Estados Unidos.
Algodón, petróleo ya han quedado en el pasado.
Actualmente estamos en la era de la maquila.
Lo que sigue es la diversificación.
Recuerdo también que alguien por ahí decía que en un futuro próximo Reynosa sería el “Silicón Valley” de México, peros solo quedó en buenas intenciones, porque nunca hubo confianza de los inversionistas en venirse a este municipio con todos sus tiliches.
Y eso que tenemos millonetas bien conocidos, como don Ramiro Garza Cantú, los Cantú Barragán, los Shelby Longoria y algunos otros que están podridos en billetes.
Si alguno de ellos invirtiera, no solo en hacer casas palomeras para el INFONAVIT, sino en grandes consorcios y magníficos edificios, Reynosa sería otro. Pronto vendrían las compañías transnacionales y firmas bancarias de nivel mundial, construirían soberbios edificios, no de diez pisos, como los más altos que actualmente tenemos, sino de 30, 40, 50 o más.
Solo basta que uno de ellos tenga confianza en su pueblo natal y los demás seguirán sus pasos.
Reynosa aún no es la metrópolis que quisiéramos, pero tiene el potencial para serlo.
Tenemos tres puentes internacionales y hay proyecto de uno ferroviario, contamos con un aeropuerto, 5 accesos carreteros y casi un millón de habitantes. Pero tenemos puros empresarios mezquinos, que temen invertir un peso.
Dicen que en Monterrey las gentes son muy codas, pero por lo menos, quieren a su ciudad.
Casi todos los días, en su discurso, el Alcalde de Reynosa, Carlos Peña, dice que en 20 o 30 años podríamos ser como San Pedro Garza García, si empezamos a diversificar nuestra actividad económica y no dependemos de los pinchurrientos salarios que pagan las maquiladoras.
Necesitamos traer inversiones en rubros como tecnología, innovación, medicina y finanzas.
En la ciudad de México, Monterrey, Guadalajara y Puebla, los distritos financieros bullen de actividad, porque empresas como BBVA, Banorte y Santander han construido inmensas torres.
Aquí, en Reynosa, a pesar de que el suelo soporta bien las estructuras pesadas, preferimos crecer a lo menso hacia los lados, horizontalmente, en lugar de ver hacia arriba.
En Tamaulipas ya nos están ganando las otras ciudades medianas, como Tampico, Matamoros, Nuevo Laredo y Ciudad Victoria, que ya tienen edificios de buen tamaño.
Yo sueño con ver la primera torre de 20 pisos en Reynosa, porque sé que será el inicio de una carrera hacia los cielos.
No digo que busquemos ser como Dubai o Qatar, como dice mi amigo don Ricardo Mariscal, pero sí imitar los modelos económicos de ciudades como Aguascalientes, León, Puebla y Querétaro.
Comunidades que tienen una gran cantidad de industria de transformación, que a la vez atrae a más trabajadores que buscan un buen salario y esto se manifiesta en un crecimiento de la población, que genera más oportunidades para los inversionistas y así, se crea un círculo virtuoso de desarrollo económico.
Por el contrario, Reynosa atrae cada vez más pobreza. A causa de que los locales poco se interesan por buscar trabajo en la maquila, hay déficit de mano de obra, y tienen que traerla de comunidades muy pobres de Veracruz, Oaxaca, Tabasco y Guerrero.
Les ofrecen casas, un buen salario y prestaciones, pero resulta que no duran mucho y se regresan a su terruño porque no les cumplen lo que habían ofrecido.
Esto provoca que haya una enorme población flotante que requiere servicios, pero no paga impuestos y así, caemos en el círculo vicioso del cual no hemos podido salir.
Vayan a México, a Guadalajara, a Monterrey y a Puebla. Maravíllense con los fastuosos rascacielos, vean lo que es progreso y luego me cuentan si Reynosa va camino a convertirse en una verdadera metrópoli o sigue siendo un rascuache pueblo bicicletero.
(Propongo un bonito juego interactivo: Hallar las 10 diferencias entre el skyline de Reynosa, arriba y el de Monterrey, abajo en la foto).
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Comunidad ínfima, averno descomunal”. (Pueblo chico, infierno grande).