Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Memín

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Por Pegaso

Memín Pinguín (nótese que su verdadero apellido era Pinguín, de pingo, y no Pingüin, de pingüino), junto con sus inseparables amigos Carlangas y Ernestillo, se dirigieron a la casa de Ricardo, a hacer la tarea que les encargó el maestro en la escuela.

Como el calorón estaba bien canijo, casi pegándole a los 48 grados, decidieron que el mejor lugar para concentrarse en hacer las labores escolares era precisamente la mansión de los Arcaraz, padres de Ricardo.

Tocaron la puerta y los recibió un pomadoso mayordomo. Este los hizo pasar hasta una estancia, toda climatizada y con bellos adornos en las paredes, donde ya los esperaba su compañero de escuela. Una sirvienta les trajo una refrescante jarra de agua helada.

Tras hacer la tarea, los cuatro se dirigieron al amplio patio trasero, donde Ricardo les mostró una hermosa motoneta que su papá le acababa de comprar.

Memín, Carlangas y Ernestillo se quedaron con la boca abierta, pero más Memín, que soñaba con salir a pasear a bordo de aquel flamante vehículo.

De regreso, cada quien a su casa, Memín fue recibido por doña Eufrosina, su ma linda, quien le preguntó cómo le había ido en la escuela.

El negrito le contó que estuvo con sus cuates en la casa de Ricardo, dando todo lujo de detalles, pero haciendo énfasis en la hermosa motoneta.

Más tarde, en su humilde catre, se puso a pensar en el objeto de sus deseos.

Recordó que hace algunos días su ma linda se sacó en una rifa una bonita lavadora, la cual no sabía usar, y así, pensando se quedó dormido hasta el amanecer.

Durante el trayecto a la escuela, continuó obsesionado. De pronto, se le ocurrió una brillante idea: Si su mamá no quería usar la lavadora, la vendería para comprarse una motoneta, como la de Ricardo.

Y así, iba pensando. Se veía a sí mismo por las calles de su colonia montado en el aparato y causando la envidia de sus vecinos.

Pues resulta que así lo hizo. Sin que doña Eufrosina se diera cuenta, vendió la lavadora al dueño de la tienda de la esquina y fue hasta la mueblería donde vendían una moto parecida a la de su amigo.

Así que entregó el dinero y salió con el flamante objeto.

Al llegar a su casa, su ma linda lo vio con aquello y le pregunta qué significaba.

Memín le dijo que como ella no quería usar la lavadora, la vendió y se compró la motoneta, tras lo cual, la obesa mujer agarró la tabla con clavo que tenía cerca de ella para ocasiones como esa, tomó al negrito y lo sentó sobre sus piernas, para darle una serie de tablazos en la parte donde la espalda pierde su sacrosanto nombre.

Adolorido, Memín se imaginó que el castigo debería ser un precio justo a cambio de tener la motoneta.

Pero su ma linda tenía otros planes. “Ya que mi niño compró este cachivache con el dinero que darle por mi lavadora, yo usarla de ahora en adelante. Pa’ que no siga agarrando cosas que no son de él”.

Así dijo la mujer. Acto seguido, procedió a subirse en la motoneta, con tan mala suerte que fue a estrellarse contra una barda, ante la mirada asustada del hijo de sus entrañas.

En ese momento, Memín se despertó y se dio cuenta que todo había sido un sueño. La lavadora seguía en el lugar de siempre, su ma linda seguía lavando ropa ajena y él se quedó con las ganas de pasear en motoneta.

(Homenaje a Yolanda Vargas Dulché y su memorable personaje).