Por Pegaso
Había, allá, en mis años mozos, una revista de caricaturas (o como se llaman actualmente, cómics) donde aparecían dos entrañables personajes: Mary Juana y Sifo.
Mary Juana era una niña rubiecita, de grandes ojos y nariz pequeña, de aproximadamente diez años, con un vestido rojo y un moño del mismo color.
Sifo era un ratón antropomorfizado de cabeza y orejas grandes, ojos vivaces, un traje rojo, gorra redonda y enormes zapatos cafés.
Inspirada en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas, Mary Juana y Sifo vivían muchas aventuras juntos, en un mundo fantástico donde ella, como parte de un encantamiento que ocurría cuando decía las palabras mágicas: “Tofi, Tufi y Tifo, háganme tan pequeña como Sifo”, podía reducir su tamaño.
Como la mayoría de esos personajes, tiene su origen en los Estados Unidos.
El título original era Mary Jane and Sniffles, y fue creado por el caricaturista Chuck Jones como parte de los caracteres de la serie Merie Melodies de la Warner Bros.
Esto no tendría nada de extraordinario, ni siquiera hubiera merecido una mención en esta prestigiada columna si no fuera por un pequeño e insignificante detalle: Muchos de nosotros fuimos vilmente engañados cuando vivíamos nuestra más tierna infancia.
Solo veíamos los dibujitos, con una niña bonita y un ratoncito que la acompañaba a todas partes, como un amigo fiel e inseparable.
Cuando algo se le atoraba a Mary Juana, Sifo le decía que se hiciera de su tamaño, y era entonces cuando la escuincla decía las palabras mágicas y se empequeñecía.
Hasta muchos años después, cuando en mi vida adulta recordaba aquella caricatura, me ponía a pensar: “A ver, el nombre de Mary Juana se parece mucho al de la mariguana o marijuana, y el de Sifo (Sniffles, en inglés) al de la snifeada o acto de inhalar droga en polvo”.
Entonces me decía a mí mismo: “¡No! Yo no caigo. Esto se trata de la droga, no de simpáticos dibujitos”.
Más adelante, leyendo textos especializados en publicidad subliminal, me di cuenta que aquellas historias no eran todo lo inocente que parecían ser.
Y sin embargo, formaron parte de la infancia de muchas personas alrededor del mundo.
La realidad, es que durante muchos años la industria de la producción de cómics impresos y después los animados y las películas de fantasía nos han metido entre ceja, oreja y sien que consumir drogas no es malo.
La página Sensi Seeds, dedicada a promover las bondades de la cannabis, señala que los cómics llevan siglos entreteniéndonos y “desde Popeye hasta Supermán, sus historias reflejan la sociedad en la que vivimos. Los poderes de estos personajes se podrían relacionar con algunas sustancias reconocibles. ¿Podrían ser las espinacas de Popeye un sustituto de la marihuana? ¿O la kriptonita de Supermán una sutil referencia a las anfetaminas?”
No soy yo el mal pensado. Si alguno de mis dos o tres lectores quiere profundizar en el tema, puede consultar la página de Sensi Seeds en este hipervínculo.
La enseñanza que esto nos puede dejar es que hay que ver con atención lo que nos ponen como situaciones inocentes y ser un poco desconfiados, porque nunca sabemos qué es lo que intentan imbuir en nuestro subconsciente y con qué propósito.
¿Les he dicho ya que el 80% de los adolescentes, jóvenes y adultos en Estados Unidos son adictos a algún tipo de droga?
No me pregunten por qué.
Viene el refrán estilo Pegaso cortesía de Adal Ramones: ”Ningún objeto tiene las características que aparenta”. (Nada es lo que parece).