Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Loba

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Por Pegaso

Estaba yo ayer en el café La Estrella del Centro, preocupado porque nadie de la raza periodiquera andaba en las calles, quizá tal vez pasaditos de copas después de las festividades navideñas, cuando una parejita que estaba sentada en el sillón atrás de mí veía atentamente una de las magníficas fotografías en blanco y negro tomadas por la lente del maestro Chuy Cavazos, y la chica preguntaba a su bizoño galán: “¿Quién era Pancha la Loba?”

Pero no hubo respuesta, porque las nuevas generaciones han olvidado por completo a aquellos simpáticos y pintorescos personajes que una vez alegraron a los habitantes del Reynosa de los setenta y ochenta.

La foto que está colocada en la pared del restaurant presenta a un sonriente candidato a la Presidencia de la República en aquel lejano 1982, Miguel De la Madrid Hurtado, saludando de mano a una anciana de blanco cabello y tez morena conocida por los reynosenses como “Pancha la Loba”.

Sí. “Pancha la Loba” era famosa por aquellos tiempos.

Cuando había desfile, se colaba entre los contingentes con un vistoso y chillante vestido tricolor, una banderita en la mano y las trenzas amarradas con cordones verde, blanco y rojo, desplazando en protagonismo al profe Juanito Granados, quien sazonaba la parada cívica estudiantil con picarescas frases.

En la parte del Centro y las colonias vecinas era temida por la chamacada.

En mi ya lejana infancia vivía yo en el barrio bravo de El Chaparral. De pronto alguien gritaba: “¡Ahí viene Pancha la Loba!” Y todo mundo ponía pies en polvorosa, porque era más cabrona que “La Roña” María Félix.

Correteaba a los bribonzuelos con una vara pelona o les aventaba piedras para que dejaran de molestarla.

Gracias a esa fama y a su inveterada costumbre de colarse en los eventos cívicos, fue que Miguel De la Madrid aceptó el saludo de “Pancha la Loba”, situación que no pasó desapercibida para don Chuy Cavazos, quien tomó la instantánea que hoy se exhibe en el céntrico negocio, frente a la plaza Miguel Hidalgo.

Yo recuerdo que había otra anciana de características similares frente a mi casa, en la calle División del Norte.

Se llamaba “Doña Paz”. Se creía que era bruja, porque vivía en una casucha fea y llena de basura. Tenía muchos gatos a los que alimentaba con sobras. Cuando se le veía en su patio, andaba andrajosa y desaliñada. Frisaba, creo, la edad de setenta u 80 años. Tenía la boca desdentada, pero de ahí salían palabras que harían sonrojar a un carretonero.

Ambas ya fallecieron por lo avanzado de su edad y tal vez por el cúmulo de enfermedades que las aquejaban.

La que ha quedado en el imaginario colectivo de los reynosenses es “Pancha la Loba”, porque algunos escritores locales como César Isassi (+) y Reynaldo López Olivares (+) alguna vez la mencionaron en sus libros.

Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso que dice así: “¿Añosos? ¡Las elevaciones orográficas!” (¿Viejos? ¡Los cerros!”)