Por Pegaso
Un empleado de una tienda Wal Mart grabó a la llorona en un pasillo a las 3:20 a.m., dice el titular de un prestigiado medio de comunicación.
Viendo y escuchando lo que parecen ser lamentos, en realidad yo pienso que más que lamentos son gemidos.
O la llorona estaba gozando de un tremendo orgasmo, o era una parejita de tórtolos que estaban disfrutando de los placeres de himeneo entre latas de verdura y bolsas de detergente.
Busqué y busqué en la nota periodística que parece ser seria y no encontré una sola palabra que sugiriera que aquello se trató de una broma.
El empleado que grabó los “lamentos” de la “Llorona”, evidentemente, quería comprobar que alguien de sus compañeros o algunos de los clientes de la tienda habían agarrado ese lugar como hotel de paso, no evidenciar actividades paranormales.
El video se hizo viral. Pero la nota, escrita por una reportera llamada Cirila Guadalupe Alarcón Sandoval, del portal de Internet Debate, pecó de ingenua.
Oiga usted los sonidos del video que subió el tiktoker @alangato9220 y formen su propio criterio.
Hasta donde yo tengo conocimiento, por las leyendas y literatura que hay al respecto, “La Llorona” gime lastimeramente cuando su espectro vaga por las calles gritando: “¡Ayyyy, mis hijoooooossss!”, pero no grita: “¡Aaaahhh, huuuuu, oooohhhhh, máaassss, asssíii!”
Yo creo más bien que el empleado de Wal Mart es un gran socarrón que quiso jugarles una bromaza a sus compañeros de la tienda y de paso, a los crédulos de las redes sociales que en realidad pensaron que se trataba de “La Llorona”.
Para quienes no sepan quién o qué es “La Llorona”, aquí les dejo un breviario cultural: “La Llorona” es un fantasma del folclore latinoamericano originario del mundo prehispánico que, según la tradición oral, es el alma en pena de una mujer que ahogó a sus hijos, que luego, arrepentida y maldecida, los busca por las noches por los ríos, pueblos y ciudades, asustando con su sobrecogedor llanto a quienes la ven u oyen en la noche. Su leyenda posee gran diversidad de versiones, con generalidades y peculiarismos propios de muchas regiones geográficas”. (Wikipedia dixit).
No nos vayamos tan lejos. Aquí, en Reynosa, el fallecido Cronista de la Ciudad, César H. Isassi Cantú nos dejó en su libro intitulado: “Cuentos de Reynosa”, un relato de la “Llorona Moderna”.
Según el dicho relato, “La Llorona” se aparece por el rumbo del antiguo “Dren de las Mujeres”, cerca de la Zona de Tolerancia, al filo de las dos o tres de la madrugada.
Se trata, según Isassi, de una mujer que vivía cerca de ese lugar, la cual tenía varios hijos pequeños. Como no contaba con recursos económicos suficientes para sustentar a sus vástagos y a ella misma, un día decidió probar la vida licenciosa. Cerró su casa con candado y se fue a la Zona Roja a probar suerte.
Tanto le gustó el ambiente, que todas las noches, cuando sus hijos se quedaban dormidos, se iba de farra a ganarse algunos dólares con los turistas gringos asiduos al sexo y al alcohol.
Pero una de tantas noches se le olvidó apagar la vela del cuarto. Un movimiento brusco de uno de los niños tumbó el candil y el fuego empezó a expandirse en el interior de la rústica vivienda, hasta que la consumió por completo, con los infantes en su interior.
Al regresar por la mañana, la mujer solo encontró escombros calcinados. Rápido se le disiparon los humos del alcohol y buscaba desesperada entre las cenizas, gritando: “¡Mis hijos, mis hijos!”
Cuenta la leyenda inmortalizada por Isassi, que desde entonces, los trasnochadores escuchan a lo lejos los lamentos de la mujer, que vaga eternamente por no haber sabido cuidar a sus pequeños.
Este, como muchos otros relatos repartidos a lo largo y ancho del país, es una invención de gente ignorante.
Pero lo del Wal Mart sí es una jalada de pelos. Yo no me la trago.
Era una pareja que se fue de pic nic; él puso el pic y ella el nic, como decía el recordado Gordo Elías en su conocida columna “Pájaros de Cuenta”.
Y los dejo con el refrán estilo Pegaso: “Hasta la ocasión de no presenciar, abstenerse de dar crédito”. (Hasta no ver, no creer).