Por Pegaso
¡Noooooooo! ¡Se repite la historia!
En aquellos tiempos de mi mocedad, allá por los ochenta y noventa, todos los mexicanos fuimos testigos de la brutal metamorfosis que tuvo la cantante Lupita D’Alessio.
¡Y ahora le toca el turno a Shakira!
Pero entremos un poco en contexto. Guadalupe Contreras Ramos, quien nació el 10 de marzo de 1954 en la Ciudad de México, mejor conocida como Lupita D’Alessio, cuenta con una carrera de 50 años.
Ha ganado importantes premios como el Festival Internacional OTI, el Latin Grammy y ha vendido más de 25 millones de pesos en todo el mundo, recibiendo por ello 4 discos de diamante en toda su trayectoria.
Empezó muy jovencita, con una imagen muy dulce y candorosa. Entre otros temas que logró colocar como éxitos en la radio y televisión estuvieron “Mi corazón es un gitano”, “Vente conmigo” y “Jardín de Rosas”.
Tan se identificaba con la parte más tierna del público, que fue llamada para interpretar la canción “Mundo de Juguete”, de la telenovela homónima (Mundo de Juguete, transmitida de noviembre de 1974 a febrero de 1977 por Televisa. Productor: Valentín Pimstein. Reparto: Graciela Mauri, Ricardo Blume, Irma Lozano, Sara García, Evita Muños “Chachita”, Irán Eori, Enrique Rocha y Gloria Marín).
Pero de repente, -¡oh, cruel destino!- se encontró en su camino con un cabrón grandote, feo y malhumorado llamado Jorge Vargas.
No me lo crean a mí, pero en aquellos tiempos se comentaba que Vargas le daba sus buenos soplamocos y además, la engañaba, lo que provocó que la angelical Lupita se engriera todavía más, hasta que finalmente tronó.
Vino el divorcio y también los dimes y diretes. Lupita D’Alessio se convirtió en “La Darrecio” y luego en la “Leona Dormida”.
Con sus canciones, fue pionera en poner como palo de gallinero a su ex, y pronto se convirtió en un referente para todas las mujeres ardidas de México.
Se le amargó el carácter y poco a poco su rostro dejó de ser dulce para convertirse en una máscara repulsiva. Hasta parecía que siempre traía un pedazo de popó debajo de la nariz.
Y así fue como perdimos a Lupita D’Alessio y nos la cambiaron por un ser amargado que no perdía la oportunidad de vengarse por el engaño de que fue objeto.
Pues bien, han pasado casi cuarenta años y la situación se repite, aunque con repercusiones mundiales.
Piqué engaña a Shakira. Piqué se va con una chava mucho más joven. Shakira se revuelve como tlaconete con sal, aguantándose el coraje, hasta que éste no puede ser contenido y entonces, le dedica la primera de una serie de canciones que vendrán en contra del desalmado futbolista que le puso los cuernos.
Shakira, era una jovencita buena onda, con canciones originales y temas llegadores. A sus 45 años ya no se coce al primer hervor, pero todavía aguanta un piano en cada mano. Por lo visto, eso no era suficiente para el coscolino de Piqué.
Lo que sigue ya lo sabemos, porque lo vimos en su momento con “La Leona Dormida”: El carácter de la Shaky se va a agriar, le van a empezar a salir arrugas en la frente, mejillas, ojos y comisuras de la boca y se convertirá en una nueva bandera para el resto de las mujeres.
Ha habido otros casos famosos de féminas que se han trastornado al no soportar las infidelidades de sus cónyuges.
Creo que “Vaquita” la del Barrio, por ser siempre una mujer rechonchita y algo feyoya, lo sufrió desde joven, así que en términos prácticos ella siempre ha estado amargada.
Como resultado de ese resentimiento hacia la vida, tenemos joyas musicales como aquella que dice: “Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, te odio y te desprecio. Rata de dos patas, te estoy hablando a tí”, o títulos como “Tres veces te engañé”, “Las Rodilleras”, “Cheque en Blanco”, “Me saludas a la tuya” y “Mi razón”, verdaderos himnos al desamor que son muy pedidos por las mujeres en los palenques donde se presenta.
Las leonas dormidas no nacen, se hacen, y los culpables somos los miserables hombres que no sabemos valorar el amor incondicional, puro e impoluto de las féminas.
Por eso, nos quedamos con el refrán estilo Pegaso, cortesía de “Vaquita” la del Barrio: “¿Prestas atención a mis palabras, inepto?” (¿Me estás oyendo, inútil?)