Por Pegaso
Confieso que yo no lo ví. Muchos de mis compañeros más jóvenes, que están pegados a la pantalla de su celular, como haitianos que esperan la notificación del CBP One, sí pudieron ver las fotos y leer las publicaciones de priístas y panistas que se regodeaban en las redes sociales porque habían ido a las colonias a regalar dulces de “lagrimita” a los niños en su día.
Fue la comidilla, el hazmerreír de todos, porque los líderes del PRI y del PAN, cuando antes hacían magnánimos festejos y entregaban miles de bicicletas, balones y juguetes a los infantes, ahora solo les llevaron “lagrimitas” en bolsitas etiquetadas con el nombre del caritativo dador.
Las “lagrimitas”, para quienes no las conozcan, son unos dulcecitos originarios de Puebla, hechos de azúcar cristalizada con relleno líquido de anís, limón, naranja y fresa.
Reciben ese nombre por su peculiar forma de lágrima. Los produce la fábrica de dulces Charito y tienen un costo de 50 pesos por bolsa.
Otros optaron por hacer bolsitas con frituras de harina, también muy baratos.
Total, les fue como en feria. Nadie los bajó de tacaños, agarrados, cicateros, roñosos, avaros, mezquinos y miserables.
Porque no es lo mismo Los Tres Mosqueteros, que veinte años después. Y así, cuando en su momento tenían en sus manos todo el poder de convocatoria y todo el presupuesto del mundo, se podían dar el lujo de llenar estadios, contratar a los mejores grupos infantiles y dilapidar fortunas en regalos para los niños tamaulipecos.
Hoy, solo pueden regalar bolsitas con dulces y comida chatarra.
Eso nos da a entender que no hay político que pague de su propia lana cuando de hacer algún bien desinteresado se trate, más bien, lo ven como una inversión a futuro. Una inversión muy redituable si sabemos que, por ejemplo, un gobernador o un alcalde ganan más de 120 mil pesos mensuales libres de polvo y paja, más los negocios que puedan hacer por debajo de la mesa.
Los diputados y senadores tienen, aparte de sus pantagruélicos salarios, innumerables prestaciones que van desde dietas, compensaciones, pago de vehículos nuevos con cargo al erario, choferes, ayudantes, guaruras para él y su familia, pago de renta de oficinas legislativas, super aguinaldos, etcétera, etcétera, etcétera.
Esa es la ganancia. Y sí, es un extraordinario negocio ser político. Político que esté bien conectado en las altas esferas para obtener candidaturas y ganar elecciones.
Siendo MORENA el partido en el poder, toca a ellos hacer los eventos del Día del Niño, y pronto del Día de la Madre, de la manera más majestuosa y masiva posible, como en su tiempo lo hacían el PRI y el PAN.
Pero los del PRI y PAN, ahora tienen que rascarse los bolsillos para ir a las colonias a regalar “lagrimitas” o chicharroncitos de harina, con la lejana esperanza de alcanzar de perdis una candidatura plurinominal, o un distrito “papita” y así recuperar los quinientos pesos que se gastaron en festejar a los infantes.
Ahora que, a nivel subliminal, bien podríamos estar hablando de una especie de proyección del subconsciente.
Si priístas y panistas regalaron “lagrimitas”, lo más probable es que sea ese su actual estado de ánimo. Llorar lo que no pudieron conservar, por corruptos, ladinos y gandallas.
Viene ahora el refrán estilo Pegaso: “Material terroso pulverizado de tales materiales terrosos humidificados”. (Polvo de aquellos lodos).