Por Pegaso
¿Quién diría que las lágrimas son una poderosa arma política?
Lloró el ex presidente José López Portillo después de la primera gran devaluación del peso frente al dólar.
De ahí la frase: “Defenderé el peso como un perro”, que después se inmortalizó cuando los avispados periodistas bautizaron una de sus residencias como “La Colina del Perro”.
Lloró George Bush, Presidente de los Estados Unidos cuando los talibanes tumbaron las torres gemelas.
Cuando Brasil fue electo como sede para los Juegos Olímpicos, en el 2009, Lula da Silva también vertió abundantes lágrimas.
Evo Morales, ex mandatario de Perú, por su parte, no pudo contener las lágrimas de emoción cuando le fue impuesta la banda presidencial.
Y Hugo Chávez, el dictador de Venezuela, también soltó las de cocodrilo antes de morir, en el 2012, cuando le pidió a Jesús en una misa: “No me lleves todavía”.
Entonces, ¿por qué se extrañan que el cabecita de algodón derrame amargo llanto porque el malvado Loret de Mola descubrió las travesuras de sus inmaculados vástagos?
¡No hay que ser! Todo ser humano tiene el derecho inalienable de defender a sus seres queridos.
Lo hizo Calígula, después que los ciudadanos de Roma rechazaron a su caballo “Incitato” cuando lo nombró cónsul; lo hizo Napoleón Bonaparte cuando los franceses pretendían linchar a Josefina y lo hizo Hitler cuando los Aliados llegaron a su búnker y querían llevarse a su mujer, Eva Brown.
Los hijos de ALMO, Hugo, Paco y Luis…, digo José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo López Beltrán, son unas tiernas criaturitas que crecieron rodeados de intrigas.
Como lo dijo su ilustre padre, desde que eran chiquillos han sido espiados y han soportado los ataques hacia la familia.
Ahora, en la mañanera, el Pejidente no pudo contener las lágrimas y se dijo orgulloso de que sus retoños hayan soportado de manera estoica los ataques infundados de los fifíes, neoliberales y aspiracionistas periodistas vendidos y chayoteros, empezando por Loret de Mola, Brozo, El Teacher y la Aristegui.
Qué malo que tuvieron que soportar tanta bajeza de parte de los detractores, pero qué bueno que ahora ya la vida les sonríe.
José Ramón, el mayor, se casó con una despampanante chamacona llamada Carolyn Adams, quien, para tenerlo contento y que no le falte nada, se lo llevó a una residencia en un exclusivo sector de Texas.
Andrés Manuel y Gonzalo también la han dado vuelo a la hilacha. No sé cómo le hacen, pero presumen ropa costosísima, vehículos de lujo, viajes a los países más exóticos y un estilo de vida que solo los jeques árabes o los grandes potentados pueden darse.
Y todo eso, sin tener una empresa importante que les genere suficientes ingresos y sin que su papi les de su mesada.
Por eso, es comprensible que ALMO tenga un momento tierno, íntimo.
Llorar en público, sobre todo cuando se ha cometido un pecadillo, siempre resulta un buen recurso y hasta ha sido usado como arma política para ganar adeptos.
Si el Pejidente perdió importantes puntos porcentuales con el tema de la casa de su hijo, esos puntos se pueden recuperar con un poco de llanto nacido del corazón.
Por eso nos quedamos con el refrán estilo Pegaso que dice: “Secreciones de las glándulas lacrimales de reptil crocodiliano”, (Lágrimas de cocodrilo).