Por Pegaso
Yo no estoy a favor de una reforma al Poder Judicial, pero sí quiero que se haga una revisión a fondo y se cambien muchas cosas.
Quiero que haya magistrados de carrera, pero que no ejerzan el cargo de manera vitalicia.
Quiero que a los quince o veinte años, a lo sumo, se retiren con todos los honores aquellos que han desarrollado un buen papel.
Quiero que tengan un sueldo moderado. Que sus prestaciones no sean tan estrambóticas. (Aparte del sueldazo que obtienen mensualmente estos angelitos, reciben bonos, viáticos, gastos de chofer, que a veces son dos o tres, porque se extiende a su familia, gastos de cocinero, compensaciones de desarrollo y capacitación, ayuda para despensa, pagos por defunción, licencia prejubilatoria, préstamos para compra de vehículos y equipo de cómputo nuevos, vacaciones todo pagado, aguinaldos y párele de contar).
Quiero que los que llegan a los más altos estrados tengan carrera judicial. Esto quiere decir que empiecen desde abajo, como en escalafón. Que si empiezan como barrenderos, puedan ir subiendo de categoría de acuerdo a su capacidad y conocimientos. Al rato, el barrendero puede ser secretario, quizá más adelante actuario, luego juez, magistrado y ¿por qué no? Presidente del Supremo Tribunal de Justicia de la Nación.
Quiero que los amparos tengan precios razonables. A la fecha, solo los ricos y poderosos pueden gozar de muchos años de impunidad comprando un amparo tras otro. Al pobre que no puede ni siquiera comprar uno, porque mínimo valen 50 mil pesos, le espera una fría celda, donde convivirá con delincuentes redomados.
Quiero que los jueces no sean tan mamones. Que se den su baño de pueblo. Es cierto que las decisiones que toman deben estar apegadas a la ley, pero eso no significa que no haya justicia en ellas. Tomen el ejemplo de Sancho Panza. Miguel De Cervantes Saavedra narra en uno de los capítulos de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha que Sancho fue nombrado Gobernador y Juez de la ínsula Barataria, lo que en realidad era una broma hacia el ingenuo labriego. Sin embargo, cuando recibió uno de los primeros casos que tenía que resolver, dos mujeres reclamaban la maternidad de un niño. Entre pleitos y discusiones, Sancho tomó una decisión salomónica: Partir al niño en dos y dar una mitad a cada una de las querellantes para que ambas estuvieran contentas. Obviamente, la verdadera madre prefirió que le dieran el niño a la otra antes que verlo cortado en pedazos. Tras lo cual, el egregio Sancho Panza se dio cuenta a cuál de ellas le asistía la razón y le entregó al escuincle intacto, mientras que a la otra pícara ordenó que le dieran unos buenos azotes.
Lo que no quiero es lo siguiente:
No quiero que se elijan popularmente. La plebe es manipulable y generalmente se equivoca. Pregúntenselo a Galileo Galilei, quien fue enviado a prisión por decir que La Tierra gira en derredor del Sol, cuando el resto del mundo decía que no se movía. “Y sin embargo, se mueve”-dicen que dijo entre dientes cuando el Papa lo perdonó luego que lo obligaron a latigazos a desmentir sus afirmaciones. Si se someten a votación, no faltarán los mañosos que intervengan y metan lana del narco para hacer que ganen sus jueces favoritos, exactamente igual que como ocurre en las elecciones normales.
No quiero que jueces y magistrados se pasen por el arco del triunfo lo que dice la Constitución. Si bien es cierto que hay recursos como la Hermenéutica Judicial, donde tienen que consultar hasta la servilleta con la que los Constituyentes se limpiaron el moquillo, para ver si ahí dejaron alguna palabra que les permita llegar a una tesis de jurisprudencia, la justicia debe estar por encima de todo. ¡DE TODO!
No quiero, pues, que agarren dinero que no sea de su trabajo. ¡A cuántos jueces y magistrados se ha sorprendido planteando tesis que defienden a delincuentes, aprovechando las lagunas legales que manejan con gran pericia! ¡A cuántos redomados y comprobados delincuentes no han echado a la calle para llevarse una buena lana a los bolsillos!
No quiero que la cacareada Reforma Judicial se use con fines de revanchismo o con trasfondo político. Ni quiero que sea una base para convertir a nuestro país en un remedo de Cuba o Venezuela. ¿Por qué no se mira al modelo de China, que siendo un país con gobierno comunista tiene una economía capitalista? ¡Esa es la fórmula perfecta! Sigan el ejemplo de China y verán que en pocos años tendremos un verdadero milagro mexicano.
En fin. Yo quiero que la justicia sea justa. Nada más.
(POSDATA: Les voy a dar a los jueces fifís y neoliberales de la Suprema Corte una herramienta para luchar en contra de la pretendida Reforma: Utilicen la Hermenéutica Judicial. Revisen si la intención del constituyente es que los jueces sean electos por vía popular. Si no encuentran por algún lado una alusión al respecto, entonces hay elementos para establecer jurisprudencia y evitar para siempre la perniciosa idea de poner a votación a los juzgadores. Esos cargos deben ser por méritos, no por decisión mayoritaria. Meritocracia en el Poder Judicial, no democracia. No se trata de gobernar un país, sino hacer contrapeso a quienes gobiernan el País).
Viene el refrán estilo Pegaso: “El óptimo togado por su morada arranca”. (El buen juez por su casa empieza).