Por Pegaso
A estas alturas, llamar a alguien influencer debe ser un insulto, más que un halago.
Digo esto porque hay que diferenciar muy bien lo que es un influencer y su equivalente inmediato anterior: El líder de opinión.
El líder de opinión ha sido prácticamente borrado del mapa por el influencer.
El Blog de la Universidad Europea define así lo que es un líder de opinión: “Un líder de opinión es una persona u organización que ejerce una influencia considerable sobre la sociedad y posee una considerable credibilidad. Tiene la capacidad de transmitir su visión, ideas y creencias sobre determinados temas a grupos relativamente grandes de la población”.
En mercadotecnia (marketing, en inglés), eran muy usados para introducir productos nuevos o para reforzar los que ya existían.
En áreas como la política, el espectáculo, la ciencia, la tecnología y el conocimiento en general, un líder de opinión era aquel que tenía un conocimiento profundo del tema y por consiguiente, daba su opinión autorizada para orientar o educar al resto de las personas.
Los líderes de opinión solían ser los doctores, los maestros, los ingenieros, los periodistas y los científicos.
Como mis dos o tres lectores se habrán dado cuenta, estoy hablando de los líderes de opinión en tiempo pasado, porque ya son una especie extinta, como los dinosaurios. Los influencers acabaron con ellos. Los dejaron sin chamba.
Pero a todo esto, ¿qué es un influencer y por qué tienen tanto poder, que han terminado por superar con creces a los líderes de opinión?
El Diccionario Oxford Languages establece que un influencer “es una persona que destaca en una red social y otro canal de comunicación y expresa opiniones sobre un tema concreto, que ejerce una gran influencia sobre muchas personas que la conocen, especialmente, cuando influye en los hábitos de consumo de sus seguidores”.
¿Notan la sutil diferencia?
El líder de opinión sabía de lo que hablaba, en cambio, el influencer habla a lo pendejo.
El líder de opinión se mató en las escuelas y se afanaba por actualizarse a fin de influir positivamente con sus palabras y conocimiento a sus lectores u oyentes.
Por el contrario, el influencer solo sabe hacer y decir estupideces.
El influencer ha contribuido para hacer de nuestro mundo un mundo de idiotas.
Sabemos que las nuevas generaciones se dejan guiar por los influencers y ya casi no hay verdaderos líderes de opinión.
Generar contenido chatarra en las redes sociales es lo de hoy, es lo que llama la atención. Ya no queremos leer. Nos enganchamos con el material audiovisual, y mientras más corto sea, mejor. De ahí el éxito que ha tenido Tik Tok o los reels de Facebook.
Pero aparte de ser audiovisual y corto, mientras más estrambótico, absurdo, estúpido y chocarrero sea lo que el influencer presenta, más éxito, más vistas y más likes tendrá.
Las mujeres hermosas, mientras más carnita enseñen, son más demandadas. Lo que hagan es visto, porque el morbo de sentirse parte de su vida, aunque sea como una mera ilusión, anima esa relación virtual.
Tanto poder llegan a tener los y las influencers, que incluso ponen gobernadores, y sus ingresos se estiman en varios millones de pesos mensuales solo por tener un grupo muy numeroso de seguidores que todo les festejan y aplauden.
Un o una influencer puede no haber cursado ni la primaria y convertirse en mega super archi millonario, mientras que otros cabrones que nos partimos la madre yendo a la escuela apenas sacamos para medio vivir.
Por eso, aquí tenemos el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “La deidad los crea y dichos individuos se ayuntan”. (Dios los hace y ellos se juntan).