Por Pegaso
Los influencer, a diferencia de los líderes de opinión, muchas veces no saben ni lo que hacen ni lo que dicen.
El influencer sube la primer pendejada que se le viene a la mente, y una orda de seguidores lo festejan como estúpidos.
El líder de opinión, por el contrario, se ha hecho durante muchos años y suele ser una autoridad en la materia.
Al menos eso es lo que nos decía un maestro de Teoría de Comunicación en un tetra pasado.
El líder de opinión te orienta, el influencer te enajena.
La misma palabra, “influencer”, suena por sí misma como una influencia en sentido negativo.
Aunque en Mercadotecnia, un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto y por su presencia e influencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca.
Y esa es otra de las diferencias. Generalmente el influencer lo hace a través de las redes sociales y el líder de opinión utiliza más los medios convencionales de comunicación.
Un influencer puede ser como LeJuan James, Yuya, Jean Carlo Leon, Nicola Amado, Yolo, Mica Suárez, Luisito Comunica y muchos, muchos más que se han convertido en celebridades gracias a las redes sociales y a la masa estúpida sobre la que logran influir.
Ha quedado atrás, entonces, la era de los líderes de opinión, como los periodistas, los analistas políticos, los literatos y los científicos, que fundamentan sus comentarios con datos concretos, no con ocurrencias.
Por eso a mí me hace ruido que haya llegado al Gobierno de Nuevo León un influencer y no un líder de opinión.
Samuel Alejandro García Sepúlveda, un chavalón de 34 años, es conocido en México y el mundo como “el gobernador influencer”. Pero para ser justos, no tanto él es influencer, sino su esposa, Mariana Rodríguez Cantú, a quien cierta vez regañó públicamente porque mostraba de más en unas fotos que subió a Instagram.
En el año y cacho que va de su gobierno, Samuel ha tenido altibajos. Uno de los aciertos fue gestionar miles de vacunas en Estados Unidos para los regiomontanos, los cuales se venían en macoya, a bordo de autobuses donde generalmente él venía pegado a la ventanilla para que lo fotografiaran.
Pero también ha tenido descalabros por su inexperiencia política y falta de roce real con la sociedad, siendo el último el caso de la joven Debanhi.
Este caso se ha convertido en una bomba de tiempo para su Administración, toda vez que los furibundos familiares de mujeres desaparecidas exigen la cabeza de sus más cercanos colaboradores por su incapacidad, ineficiencia y falta de empatía.
Tal vez piensa Samuel que por tener él y su esposa muchos “likes”, todo va a estar bien en Nuevo León.
Otra bronca que aún está pendiente de resolver, pero no dependerá de él, sino de la naturaleza, es el tema de la sequía y la falta de agua.
Hace unas semanas vino a Tamaulipas para exigir que se le deje tomar agua del río Pánuco, pero los tamaulipecos le dieron con la puerta en las narices.
Gracias a los influencers no existe certeza alguna de lo que se publica en las redes sociales. Cualquiera puede agarrar una computadora o un smart phone y decir cuanta estupidez se le venga a la mente y reunir en poco tiempo miles o millones de seguidores que, como al Flautista de Hamelin, lo seguirán para caer en el precipicio de la ignorancia.
Yo por eso no soy influencer, ni cuento los “likes” o “visitas” que tengo en mi muy modesto espacio virtual. Prefiero que algún día pueda llegar a ser un reputado líder de opinión, aunque como dije, parece que son una especie en peligro de extinción.
Posdata: Precisamente, luego de elaborar esta sesuda colaboración, me llegó un meme por WhatsApp donde el político de izquierda Gerardo Fernández Norroña le dice imbécil, inútil e incompetente al Gobernador de Nuevo León, Samuel García, por la forma en que abordó el caso de Debanhi.
En este caso, Norroña es el líder de opinión y Samuelín es el influencer.
Y el refrán estilo Pegaso dice así: “Es falso que la totalidad de los objetos que respaldecen es metal áureo”. (No todo lo que brilla es oro).