Por Pegaso
Hay alerta roja en el Infierno.
La noche de este martes se llevó a cabo una reunión urgente entre los principales jerarcas del Inframundo para establecer un protocolo de máxima seguridad.
Estuvieron presentes Lucifer, Satanás, Luzbel, Astaroth, Belial, Mammón, Leviatán, Asmodeo y Belfegor. Belcebú justificó su asistencia porque se contagió de COVID-19 (yo no sabía que incluso entre los demonios la enfermedad es causa de ausencia laboral).
Pero, ¿por qué tal barullo? ¿A qué se debe tal nerviosismo, desasociego, inquietud, intranquilidad, agitación, ansiedad, excitación, alteración, desazón, exaltación, frenesí, preocupación, histeria o neurosis entre las altas potestades infernales?
Nada. Que ya supieron que en la “mañanera” que encabezó en Querétaro el Pejidente dijo que a veces quisiera irse al infierno.
Bastaron esas aladas palabras para causar prurito en el Reino de las Sombras.
Viendo lo que ocurre en México, los diablos intentan prevenir que llegue ALMO y les aplique la Cuarta Transtornación.
Temen que los acuse de conservadores, neoliberales y aspiracionistas.
Tienen miedo de perder todos sus privilegios y canonjías.
Lucifer, que es el Príncipe de las Tinieblas, se siente amenazado porque ya hay versiones que se hicieron circular en las redes infernales de que ALMO buscará acabar con el viejo régimen de corrupción demoníaca.
Ahora los condenados gozarán de unas merecidas vacaciones en el cielo, dos veces al año. Las horas de tortura se reducirán y la temperatura del infierno bajará a la mitad, según la información que circula.
Gracias a esas promesas, las encuestas de algunas empresas como Infiernovsky e Infiernometría han empezado a arrojar números que favorecen al “cabecita de algodón”.
Pero claro, ya lo habrán adivinado mis dos o tres lectores: Lo narrado ad supra es solo broma, chiste, chunga, bulo, chanza, zumba, guasa, mofa o chacota.
En realidad, lo que ALMO dijo en la mañanera y que dejó con la boca abierta a más de uno fue lo siguiente: “A veces quisiera irme al infierno para ver cuántos me voy a encontrar ahí, incluso hasta de los que se sienten santificados, nada más por eso me gustaría ir”.
Eso me recordó un jocoso chascarrillo que a continuación reproduzco: Éranse dos tipos que se encontraron en un café cercano a la plaza Hidalgo de Reynosa.
El primero, que se llamaba Jorge, dice al segundo: Fíjate que me ha ido bien, Chuy. Todos los días me cae una lanita. Mira. (Le enseña un mensaje que le llegó a su correo electrónico donde, efectivamente, se notifica de la transacción bancaria).
Pues a mí me ha ido mal, responde el tal Chuy. Fíjate que no han pagado y ando empeñando los regalos que me saqué en las posadas de diciembre.
-¡No tienes nada de qué preocuparte!-responde Jorge.
-¿Co-co-cómo que no me preocupe?
-Sí. No hay motivo de preocupación. Lo único que te debe preocupar es si estás sano o si estás enfermo. Si estás sano, no hay por qué preocuparse, pero si estás enfermo, solo hay dos cosas de qué preocuparse: Si te mueres o si vives. Si vives, no hay de qué preocuparse, pero si te mueres, solo hay dos cosas de qué preocuparse: Si te vas al cielo o si te vas al infierno. Si te vas al cielo, no hay de qué preocuparse, pero si te vas al infierno, ahí andará el “cabecita de algodón” organizando las elecciones para quitar a Lucifer del poder, así que ni tiempo tendrás de preocuparte.
-¡Plop!
Viene el refrán estilo Pegaso: “Se te tornó el fuete por el pequeño mango de madera”. (Se te volteó el chirrión por el palito).