Por Pegaso
Cuando Capulina (Gaspar Enaine Pérez, 6 de enero de 1926-30 de septiembre de 2011) se metía en un tremendo lío y Tinieblas acudía en su auxilio, siempre el panzón resultaba ser el héroe.
Todo el trabajo, toda la fatiga y los corajes los hacía el pobre luchador, quien tenía que vérselas con monstruos y bandidos, mientras Capulina se desmayaba o se hacía güey. Entonces, al despertar, todo quedaba solucionado y los protagonistas le decían: “Capulina, ¡eres un héroe!”
Y él respondía con aquella su risita mamona: “Ero un heróe”, así, con acento en la ó.
Era todo el chiste de ese programa que, obviamente, llevaba el nombre de “Las Aventuras de Capulina”, y se veía en el Canal 2 de Televisa allá, por la década de los ochenta.
Todo eso me vino a la mente ayer, cuando vi en las redes sociales que ya hay quienes están haciendo coperachas para mandar hacer monumentos de cuerpo entero y bustos del “Benemérito de Macuspana”, Don Andrés Manuel López Obrador, ¡a quien pretenden hacer heróe nacional!
Yo diría a los lamehuevos que andan promoviendo esa majadería que primero les pregunten a los familiares de víctimas de la violencia a lo largo y ancho del país, a quienes han perdido algún familiar porque a los delincuentes se les apapacha en lugar de ser combatidos, a los papás de niños con cáncer que han fallecido por falta de medicamentos, a los diabéticos, cuyas familias tienen que solventar fuertes cantidades de dinero porque no hay tratamientos gratuitos por parte de las instituciones de salud, a los millones de niños que no saben ni las tablas de multiplicar, por las marcadas deficiencias del sistema educativo mexicano.
Son millones de personas afectadas por un gobierno omiso y cómplice, pero aún no llegan a ser mayoría. Y como no son mayoría, ni se les escucha ni se les ve.
A veces me pregunto qué tipo de sentimiento tendría una persona a la que se le da la raquítica pensión del adulto mayor y al mismo tiempo tiene que velar a un hijo o un nieto que murió a consecuencia de la violencia que generan las bandas del crimen organizado. ¿Justificará de alguna manera al Presidente, que se la pasa diciendo que hay que proteger la vida de los delincuentes porque también son seres humanos? Pienso que es un choque de emociones: Por un lado, la gratitud de recibir la dádiva y por otro, la impotencia por perder a un familiar.
“Es culpa de los gobiernos anteriores que permitieron el crecimiento de la violencia”,-se asoma a la columna YaSabenQuién.
La verdad es que la Constitución dice que a los criminales, a los que violan la ley, se les tiene que perseguir con toda la fuerza del Estado, llámese policía, ejército mexicano o fisco.
Y si no se combate, y si se prefiere darles abrazos, entonces se incurre en un tema de Desacato a la Constitución y Alta Traición a la Patria, porque en vez de proteger a la ciudadanía se les deja indefensos ante los delincuentes.
Ya no quiero decir más porque luego me dicen fifí, neoliberal, conservador o chayotero, epítetos despectivos con los que “El Caudillo de la Cuarta Transtornación” estigmatiza a todos los que no piensan como él o a quienes no le rinden pleitesía.
Mejor los dejo con el refrán estilo Pegaso, cortesía de Capulina: “¿Tienen conocimiento de algo? Lo ignoro, posiblemente, quizá”. (¿Saben qué? No lo sé, puede ser, a lo mejor).