Por Pegaso
Las ultrafeministas o feminazis de América Latina, México incluido, les han declarado la guerra a los ginecólogos.
Sí. Como están leyendo: A los ginecólogos.
¿Y por qué le han declarado la guerra las feminazis a esos sacrificados, estoicos y abnegados profesionistas cuya labor consiste en trabajar ahí, donde otros se divierten?
Pues resulta que en un portal administrado por un grupo de ellas publicaron un artículo donde están proponiendo… ¡qué digo proponiendo! exigiendo que en las universidades ya no se permita que entren varones a la carrera de Ginecología y Obstetricia. De igual manera consideran que en las instituciones públicas de salud no se dé cabida a ginecólogos y se contrate a puras ginecólogas.
¿La razón? Dicen ellas que el hombre desconoce cómo siente una mujer, que la incursión de los hombres en algo tan íntimo como es su aparato reproductor representa la dominación del patriarcado, que los machos se han apropiado del cuerpo de las féminas para tenerlas sojuzgadas y toda esa basura.
Emmanuel Dannan, un argentino que tiene un podcast dedicado a desmentir todo tipo de patrañas, les pone una arrastrada cuando dice: Bueno, si seguimos esa lógica, entonces los veterinarios no pueden ser seres humanos, porque no saben lo que siente un animalito. En ese caso, el veterinario tendría que ser un perro, un gato o un caballo. Y los pediatras no deberían ser adultos, sino niños, porque solo los niños saben qué sienten, y además, se evitaría que los adultos se apropien del cuerpo de los infantes para dominarlos.
Dannan también dice que los gerontólogos, los que tratan las enfermedades de los viejitos, no deberían ser gente joven, sino adultos mayores, porque solo ellos podrían entender lo que sienten sus pacientes, y siguiendo la misma tónica, los de los servicios funerarios no deberían ser personas vivas, sino muertas, como los zombies.
Ya que todo eso resulta absurdo, los argumentos de las feminazis caen por su propio peso porque, ¿cómo creen que fueron ellas procreadas? ¡Pues de la unión de un hombre y una mujer!
Otro tema en el cual también han demostrado su escaso cacumen es en el aborto.
Desde el momento en que el óvulo y el espermatozoide se unen, empieza una desenfrenada división, convirtiéndose en mórula, después en blástula y finalmente, en embrión.
Deben pasar varios días para que llegue a ese estado, donde los órganos empiezan a diferenciarse y entonces, ya estamos hablando de un nuevo ser humano.
Para las ultrafeministas, sin embargo, es un derecho propio decidir si abortan o no. La vida de su indefenso futuro hijo no tiene importancia. Es más fácil para ellas extirpar ese pequeño pedacito de carne que cerrar las piernas o utilizar condón.
A ellas, solo les puedo hacer una pregunta: ¿Aprobarían si sus mamacitas hubieran decidido abortarlas?
Temas delicados, sin lugar a dudas. Pero el de los ginecólogos sí me parece una jalada de pelos, porque los conocimientos de esos médicos especialistas salvan miles de vidas diariamente.
A pesar de que yo, personalmente sentía algo extraño llevar a mi Pegasita con un ginecólogo hombre, la verdad es que los escrúpulos salen sobrando en la ciencia médica y lo que a final de cuentas importa es el profesionalismo y la preparación del galeno. No lo que opinen un grupo de mujeres desadaptadas que han declarado la guerra contra el patriarcado.
LA FALLA DE ANDRÉS. Ahora resulta que el Pejidente está apoyando por debajo del agua a la priísta Beatriz Paredes para que sea ella la candidata de la Alianza PAN-PRI-PRD en lugar de la panista Xóchitl Gálvez.
Esto es algo que los analistas de la capirucha han bautizado como “Operación Huipil”, en alusión a la vestimenta que ambas aspirantes presidenciales portan con orgullo.
Y viene el refrán estilo Pegaso: “Bajo el globo ocular del poseedor se ensancha el cuadrúpedo”. (Al ojo del amo engorda el caballo).