Por Pegaso
Hay algo que todo aspirante a artista debe entender: Si está más feo que la Gilbertona, difícilmente va a triunfar en la farándula.
Lo siento, pero es la triste realidad.
Por eso Cornelio Reyna nunca llegó más allá de Garibaldi o de filmar dos o tres peliculillas baratas. Por eso Paquita la del Barrio está encasillada en canciones que le cantan al despecho, por eso Joan Sebastian no puede compararse con Luis Miguel. Por esa razón Ron Damón no dejó nunca de ser un personaje bufo.
Quienes lo han entendido y han hecho cambios en su fisonomía, ahí la llevan. Por decir alguien: El Buky, cuando era joven estaba más feo que un carro por debajo, pero cuando se dejó la barbita, hasta logró un cierto parecido con Cristo, y sus bonos se elevaron.
En el famoso catálogo de artistas de Televisa, solo había actrices jóvenes y hermosas, o galanes guapetones, para saciar el gusto y los bajos instintos de los publicistas, promotores artísticos y ricachones de la industria del entretenimiento.
No creo que en el citado catálogo hubiera mujeres y hombres feos.
Resulta casi una ley en el ámbito artístico que el triunfo esté ligado fuertemente al atractivo físico del aspirante.
Carreras enteras se han forjado en las telenovelas, en el canto o en el cine, gracias a que muchos entregaron el tesorito.
En aquel tiempo, antes del escándalo de Gloria Trevi, el pillín de Sergio Andrade ya le andaba echando el ojo a Lucerito, que apenas tenía doce o trece años.
Que si su mamá no se hubiera puesto las pilas, ”Chispita” habría sido una más del harén de ese protervo sujeto, siempre protegido por su hermano, el ex senador Eduardo Andrade, quien no curtía malas vaquetas.
Pero, ¿a qué viene toda esta arenga, perorata, disertación, rollo, charla, preámbulo o prolegómeno?
Pues porque hace unos días los locutores de un programa de televisión llamado “¡Qué importa!”, Eduardo Videgaray, José Ramón San Cristóbal y Sofía Rivera Torres, se fueron de la boca e insultaron a Lucerito Mijares, hija precisamente de Lucero y de Manuel Mijares.
Lo menos que le dijeron fue cachetona, botijona, que se parece a su papá y otros insultos por el estilo.
Lucero, quien tal vez recordaba lo protectora que fue su mamá con ella, liberándola de buitres como Sergio Andrade, se les fue a la yugular a los lenguaraces locutores, pidiendo al programa que los echaran a patadas porque habían ofendido la dignidad de su bendición.
Pero seamos francos. La chica está gordita, dientoncita, poco agraciada y muy cachetoncita.
Lucero misma debe saber que así nunca va a triunfar. Necesita someterse a dieta, meterse duro al gimnasio, hacer ejercicio para los glúteos y bajar la panza para quedar más o menos como Megan Fox.
De otra manera, seguirán las burlas crueles y será un cuento de nunca acabar. La está exponiendo al escarnio público..
Me extraña de Lucero. Tal vez su mismo instinto protector la ciegue y vea con una figurita de sílfide a su amada hija pero la verdad es que ahorita, tal como está, difícilmente podrán solicitarla los productores para una telenovela, para cantar en un programa de moda o para salir en una película. Que entienda que no por ser hija de quien es va a triunfar de manera automática.
El mundo es cruel. La gente que demanda nuevos artistas es cruel.
Si estás feo o fea, no tendrás éxito en el mundo del espectáculo. Así de sencillo.
Viene el refrán estilo Pegaso: “Rostros observamos, miocardios ignoramos”. (Caras vemos, corazones no sabemos).