Por Pegaso
Tienen mucha razón quienes aseguran que el egoísmo es la moneda corriente de hoy en día.
Los dichos, adagios, proverbios, refranes o consejas populares son muy sabios cuando dicen: “Primero mis dientes y luego mis parientes”.
Hay mucho egoísmo en el mundo. Seguramente por eso los ricos quieren ser cada vez más ricos y nunca llenan el buche, porque cada vez quieren más y más riquezas. Como si se tratara de competir con los demás millonetas para ver quién llega a poseer una mayor fortuna.
Mientras tanto, entre el resto de los humanos, la solidaridad es una especie en peligro de extinción. Si uno va por la calle y ve que una viejita cruza despacio una gran avenida, avanzando penosamente, apoyando sus temblorosas manos en un bastón más viejo que ella, en lugar de correr a ayudarla, sacamos nuestro teléfono celular, apuntamos nuestra cámara y empezamos a grabar, a ver si un camión se la lleva de corbata y así, poder obtener más visitas en nuestras redes sociales.
Ya no le llevamos sopita al vecino o vecina enfermos. Ya nadie sale a barrer su patio del frente. Es más, si vamos por la calle comiéndonos unas papas fritas, tiramos la bolsa en la calle, justificando nuestra acción con este pensamiento: “Que otro la levante”.
De esa manera es como funciona hoy el mundo.
Y pudiésemos pensar que eso ocurre entre la gente adulta, pero no es así.
Entre los chamacos de escuela, se ha vuelto muy común grabar cuando dos compañeritas se disputan la atención del galancete del salón. En las redes sociales hay infinidad de videos donde las jovencitas se trenzan en feroz combate, jalándose de los pelos y cayendo al piso, rodeadas por sus compañeritos que están con el celular en la mano. Y en lugar de separarlas, las animan con estas palabras: “¡Dale, fulana! ¡Pártele la madre!!, y otras por el estilo.
Recordemos que no hace mucho tiempo pudimos ver a una precoz delincuente atizándole en la cabeza con una piedra a otra niña en el patio de la escuela, dando como resultado que la segunda sufrió una contusión cerebral que la llevó a la muerte.
De igual manera, un escuincle que sabía karate le dio una tunda a otro chavito solo para demostrar lo que había aprendido en sus lecciones de artes marciales. Todo ello, grabado por otros alumnos.
El egoísmo nos invade a todos. Es como una epidemia mundial.
Ya lo decía Einstein: Que el avance de la tecnología terminaría convirtiéndonos en estúpidos.
Y eso es completamente cierto. En cuanto la tecnología nos hace más fácil la vida, nos sentimos más en libertad de obtener la mayor cantidad posible de felicidad y placeres propios, olvidándonos del resto de la Humanidad.
¡Vamos! Ya ni de nuestros padres nos cuidamos. Pueden estar sobándose el lomo día y noche, pero los hijos no moverán un dedo para hacerles más llevadera la vida.
Hay una corriente filosófica que es contraria al estoicismo, llamada sibarismo.
Un sibarita, por definición, es aquel individuo que gusta de la vida de lujos y comodidades. Pero también se dice de aquella persona que busca obtener la mayor cantidad posible de placer y bienestar, bajo el pensamiento de que solo existe esta vida y hay que vivirla lo mejor posible.
O como dice Ricky Martin: “Vive la vida loca”.
Por eso, aquí nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “Proceda la deidad a realizar su albedrío en los cuadrúpedos de mi relativo político”. (Hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre).