Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Chicharrón

COMPARTIR

Por Pegaso

La idea de que uno puede percibirse de la forma que desee, ha evolucionado hasta llegar a extremos de locura.

Hace apenas unos años nos asombrábamos a escuchar que personas que nacieron con el sexo masculino se percibían como mujeres, aún sin haberse practicado la “operación jarocha”.

Y viceversa, había mujeres que se percibían como hombres.

Hasta ahí era más o menos un tema cuerdo. El argumento era: “Nací en el cuerpo equivocado”, y con eso, ya podía salir uno a la calle con las patas peludas, vestido con minifalda, el pico pintado y una peluca rubia exuberante.

Luego vinieron los trans especie: Sujetos y sujetas que se creen perros, cebras, vacas, caballos o jirafas.

La evolución, sí o sí, nos tendría que llevar a los transnacionalidad: Personas que nacieron en un país y se creen de otro.

Veía yo un video donde una joven deschavetada decía que nació en Colombia, pero se sentía francesa. Adoptó la vestimenta y la apariencia de las mujeres galas pero, ¿a que no saben qué? ¡La chica no sabe ni pío de francés!

Tal vez la primera mujer transnacionalidad fue Chabela Vargas.

En un programa de radio, allá por los años setenta u ochenta, le preguntaron: ¿Y usted de dónde es?

-Soy mexicana, contesto.

-Pe-pe-pero usted nació en Puerto Rico, le dijo el entrevistador.

Y Chabela le contestó: ¡Los mexicanos nacemos donde se nos da la chingada gana!

Sé de grupos de personas que se perciben como ricos, siendo más pobres que una rata. Se llaman a sí mismos “alucines”. Y sí, alucinan al vestirse con ropa cara, joyas, zapatos de marca y gorras llamativas, al estilo de la delincuencia organizada, pero aparte de que invierten todos sus ahorros en esas vestimentas, no tienen en qué caerse muertos.

La autopercepción no es un fenómeno nuevo. Surgió de los estudios que realizó entre 1965 y 1972 el psicólogo social norteamericano Daryl Ben, tratando de explicar cómo percibimos nuestro entorno y cómo actuamos frente a los estímulos externos.

Esa teoría ha detonado en nuestro tiempo donde, cualquier persona, en cualquier lugar del planeta, tiene el derecho de percibirse de la manera que quiera.

Muchos gobiernos y organizaciones han hecho eco de ese “derecho,” destinando incluso recursos públicos para garantizar que se les respete y se les reconozca.

EL EMPODERAMIENTO DE LAS MINORÍAS LOCAS ES EL SÍMBOLO DE NUESTRO TIEMPO.

Así pues, que me perdonen mis dos o tres lectores, pero también yo me sumaré a la moda de la autopercepción.

Y para esto, debo decirles que desde hace algún tiempo yo siento que no pertenezco a este cuerpecito de pegaso que ustedes ven, sino que me percibo como un chicharrón de la Ramos.

Quiero que todo el mundo me vea y me trate como un chicharrón de la Ramos, no como Pegaso. Es más: Quiero que alguien me coma acompañado con un rico guacamole, unos frijolitos charros y su chesco bien helado.

Tengo todo el derecho del mundo de que las personas que me rodean me traten tal cual. Si no me ven y se dirigen a mí como un chicharrón de la Ramos, podré demandarlos y calificarlos como transchicharronfóbicos.

Es más: El Gobierno de la República, para garantizar mi derecho de sentirme como un chicharrón de la Ramos, debe realizar las reformas constitucionales prudentes a fin de que yo pueda hacer las modificaciones necesarias a mi cuerpo y cumplir con mi deseo de autopercibirme como se me antoje.

Y en vista de que no todos entenderán mi postura y me van a criticar por creerme un chicharrón de la Ramos, quiero que se destine un presupuesto para atender el daño psicológico que tal negativa pueda provocar en mi frágil psique chicharronil.

Y no los canso más. Los dejo con el refrán estilo Pegaso: “Cada individuo torna su masa física en un juguete volador atado a una cuerda”. (Cada quien hace de su cuerpo un papalote).