Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Barco

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Por Pegaso


-¡Toma!-le dijo el Jefe de Información del periódico El Expreso al reportero novato-, ve a cubrir la información de la boda del señor López y la señorita González.  Es a las ocho de la noche en el muelle número tres.  La ceremonia se llevará a cabo en el buque “Cordelia”.  No me falles.

Simón tomó su cámara réflex, su libreta de apuntes y su cajetilla de cigarros Del Pasto.

Eran apenas las seis de la tarde y todavía faltaba mucho para la boda, así que se introdujo en el restaurante La Capilla, como lo hacía todos los días desde que colaboraba con el rotativo.

Pidió un café bien cargado y se puso a elucubrar.

Mientras repasaba las notas del día, se imaginaba mentalmente el escenario de aquella fastuosa celebración, al estilo de la más rancia sociedad del puerto: caballeros vestidos con toda elegancia, damas atiborradas de rutilante joyería, con vestidos amplios y coloridos, champaña, bocadillos de lo mejor y música en vivo.

Durante la mañana y parte de la tarde había cubierto la fuente de salud con entrevistas a los médicos que atendían cierta emergencia sanitaria de la colonia Constitución.

Más tarde hizo una entrevista a un trabajador de la empresa Enseres Domésticos, S.A. que inició una huelga de hambre por una presunta violación a sus derechos laborales.

Sorbo tras sorbo, transcurrió el tiempo.

A las siete con cuarenta y cinco de la noche se puso en marcha.  Se dirigió a pie hasta el muelle tres, tarareando una alegre canción y balanceando la cámara que pendía de su hombro derecho.  La libreta sobresalía un poco de la bolsa de su guayabera.

-Aquí es-se dijo.

Subió la escalera del buque y se dispuso a hacer las primeras entrevistas a los asistentes.

En ese momento se sintió un golpe seco en el costado y la nave se balanceó, sacando de equilibrio a los presentes y haciendo caer de las mesas los lindos pasteles y las espirituosas bebidas que ahí estaban, listas para ser consumidas.

Al igual que el resto de los invitados, Simón se asomó rápidamente por la borda del barco y vio que un vehículo pesado había chocado de frente, causando un tremendo hueco por donde entraba un torrente de agua.

-¡No empujen!-gritó uno de la tripulación.

-Tenemos que bajar en orden, los niños y las damas primero-repuso el Capitán, Gonzalo Cavazos.

Afortunadamente todos bajaron a tiempo y no hubo víctimas fatales.  El barco se hundió y la policía portuaria iniciaba ya las averiguaciones para determinar la causa del naufragio.

Triste, meditabundo, Simón inició el camino de regreso al periódico.

-¿Qué pasó?-le dijo el Jefe de Información.

-Nada, Jefe-le respondió.  No pude hacer la nota que me pidió porque el barco se hundió.

-¡Grandísimo pendejo!-le espetó el fúrico editor. ¡Esa era la nota de ocho columnas!