Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Amparo

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Por Pegaso

Para empezar a pergeñar este trazado de arquitectura diré que las leyes se hicieron para joder a los pobres y favorecer a los ricos.

Si un hombre pobre sale a la calle, roba una pieza de pan para sus hijos que tienen hambre y es sorprendido por la policía, de inmediato lo llevan a la cárcel, le levantan cargos y va derechito a prisión, aún si es primodelincuente.

Pero si un hombre rico comete un fraude, asesina, viola o mata, no va a pasar de sufrir algunas molestias menores, porque con un amparo arregla todo.

Y los amparos no son baratos. El leguleyo más pinchurriento cobra entre 40 y 50 mil por tramitar una suspensión provisional.

¿De dónde sacaría un pobre esa cantidad, si ha robado para llevar un mendrugo a la boca de sus vástagos?

Las modificaciones a la Constitución y al Código Penal para brindar amnistía a personas que están presas en los penales, suena muy bien, si es que se va a utilizar para sacar de la cárcel a esos miles, millones de personas que delinquieron por primera vez, o que han purgado ya un buen tiempo mascando barrotes.

Lo malo es que los penales son como gigantescas escuelas del crimen, y si el amnistiado sale de ese lugar, seguramente va a delinquir nuevamente, y resultará pero el caldo que las albóndigas.

Ahora, yo les pregunto a mis dos o tres lectores: ¿Cuántos ricos están en la cárcel?

La respuesta es que se trata de un porcentaje realmente desproporcionado. Los penales están repletos de gente que viene de las barriadas, de zonas altamente criminogénicas.

Desde chiquillos aprenden cuáles son las necesidades del hogar, las carencias económicas, los pleitos de los padres y el divorcio. Tienen que crecer con una madre sola, que no se da abasto para trabajar y atender el hogar.

El niño o adolescente sale a la calle de su colonia, controlada por una célula del crimen organizado y lo primero que ve es a un tipo manejando un carrazo, con una hermosa mujer al lado, vestido con ropa chillante y repleto de joyas preciosas. Ese es su modelo de vida.

Con el tiempo se enrola en una banda de pillastres y luego, al hacerse adulto, es reclutado por la delincuencia organizada y así inicia su camino por el lado oscuro.

Sí. La gran mayoría de los detenidos y detenidas obedecen a ese perfil, pero porque las circunstancias los obligaron.

Tendrían que hacerse revisiones minuciosas en cada caso para saber si la Ley de Amnistía se aplicará a alguien que realmente es inocente y que tiene ganas de reintegrarse a la sociedad para ser una persona de provecho, y no a sujetos de baja calaña que seguirán delinquiendo una y otra vez.

Por otro lado, las recientes modificaciones a la Ley de Amparo amarran las manos a los magistrados cuando se trata de obras del Gobierno Federal consideradas de interés público o de seguridad nacional.

No soy perito jurisconsulto o constitucionalista, pero quien sí lo es puede corregirme en lo que voy a decir: El derecho al amparo lo tenemos todos los ciudadanos mexicanos, cuando consideramos que una autoridad vulnera nuestras garantías.

Ese fue el espíritu que animó a los constituyentes. Tener un instrumento legal que permita armar una defensa adecuada, en el momento adecuado para no ser arrollados por el apabullante poder que puede ejercer dicha autoridad.

Más, pero, sin embargo, como ya dije, tramitar un amparo es carísimo y ahí volvemos al principio: Los pobres no se pueden dar ese lujo y generalmente caen a la cárcel como moscas.

No supe si la propuesta de ley que aprobó el Senado tuvo el suficiente respaldo hermenéutico o si fue aprobado al vapor. Debieron buscar entre los documentos, cartas, recados y mensajes de WhatsApp (bueno, creo que en aquel tiempo aún no había WhatsApp) del constituyente para respaldar la iniciativa. Y si no había ese tipo de respaldo, desecharla por inconsistente.

Viene el refrán estilo Pegaso: “No existe lugar hacia el cual puedas desplazarte”. (Ni pa’dónde te hagas).