Por Pegaso
Antes, Reynosa era un pueblo tranquilo. Uno iba al centro y nomás veía puro pela’o sombrerudo y botudo.
Ahora vamos al centro y nomás vemos puro negrito.
Parece que Haití se quedó solo y todos sus habitantes se vinieron a Reynosa.
Las colonias que están alrededor de los albergues de migrantes ahora son conocidas como “La Pequeña Haití”.
Los morenos han rentado todas las viviendas disponibles de la Aquiles Serdán, Carmen Serdán y El Chaparral, esperando la oportunidad de entrar a los Estados Unidos.
La presencia de tanto descendiente de africanos me recuerda aquella canción de la Sonora Dinamita llamada precisamente “La Cumbia del Africano” que dice más o menos así:
La negrita llamaba a su mama y así le decía:
Mama, el negro está rabioso
Quiere pelear conmigo
decíselo a mi papa.
Mama, yo me acuesto tranquila
me arropo mi cabeza y el negro me destapa.
¡Ay, mama! ¿Qué será lo que quiere el negro?
¡Ay, mama! ¿Qué será lo que busca el negro?
Durante muchos, muchos años he escuchado esos versos, ciertamente con agrado porque me gustan los ritmos afroantillanos, pero al igual que la negrita, realmente no le encuentro sentido a lo que dice la canción.
Llega el negro, que parece muy agitado, como si estuviese rabioso. Ella está recostada en la cama, me imagino, y el pinche negro la destapa sin pedirle permiso.
Ella le pregunta a su mamá cuáles son las intenciones del obtuso, porque definitivamente, no es natural que alguien sea molestado de esa manera, si no existe un vínculo de amor romántico entre ambos personajes.
Además, en la canción no se indica cuál es ese vínculo. La negrita llama a la mamá para que a su vez, le diga al papá lo que está ocurriendo y tome acciones al respecto.
La cumbia transcurre entre un ritmo sabrosón de tambores y trompetas, con solo esos sencillos versos que no nos dicen nada.
Espero encontrarme a un caribeño, cuando haga algún reportaje sobre migrantes, para que me explique el sentido real de esa y otras canciones a las cuales no les entiendo por completo.
Ahí tenemos también el caso de Sorullo, quien estaba casado con Capullo.
Pero resulta que los nueve hijos que el matrimonio procreó, eran rubios, a excepción de uno de ellos, que era negrito tizna’o.
Obvio, Sorullo traía la espina clavada con el negrito y entonces le preguntó a Capullo: Oye, Capullo, ¿es hijo mío el negrito? A lo que Capullo le respondió: Oye, Sorullo, el negrito es el único tuyo.
Luego, entonces, ¿de dónde salieron los otros ocho vástagos de piel nacarada?
La letra de la canción no es muy explícita sobre eso. Solo concluye diciendo que Sorullo se quedó con el negro y Capullo se fue con los ocho rubiecitos.
Por eso nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “Obscuro, similar a mi sino”. (Negro como mi suerte).