Por Pegaso
¡Quihúbole! ¿No se los dije? Si hasta parece que soy pitoniso, oraculero, vate, nigromante, brujo, chamán, hechicero, astrólogo, cartomanciano, augur o profeta.
Resulta que con la apertura del concurso Miss Universo, ¡una venerable ancianita se ha inscrito para participar en la edición del 2024!
Ya no solo gordis, embarazadas, casadas, divorciadas y travestis podrán inscribirse y eventualmente ganar el certamen para ser considerados “la mujer más hermosa del mundo”.
Ahora, cualquier ser pensante y no pensante, incluso un perro, un gato, un caballo, una piedra, una casa, un automóvil, podrán participar en Miss Universo sin ningún problema.
¡Ya me imagino, si alguien inscribe a un caballo! Si acaso gana, se le conocerá durante todo un año como “la mujer más hermosa del mundo”.
¿Qué lo impide, si el argumento de la percepción lo ha cambiado todo? Si quiero, me puedo percibir como Dios y todo mundo deberá venerarme.
Puedo sentirme un pez y nadar bajo el agua sin respirar, puedo ser un ave y volar por los cielos, puedo ser un feroz león o una foca, o un rinoceronte… El límite es el cielo.
Bajo esa argumentación, nadie con un centímetro de frente le negaría a mi perro Charly a participar en un certamen de belleza de Señorita Reynosa, luego seguir con Señorita Tamaulipas, luego con Señorita México y Finalmente, Miss Universo. ¿Por qué no, si ya hay apertura por parte de los organizadores del certamen?
La cabecita de algodón que busca ser Miss Universo es de origen filipino y se llama Joselyn Cubales. Tiene 69 años y a su edad, cuenta con una figura esbelta y un rostro fresco, con apenas algunas arrugas.
Hace unas semanas, cuando se dio a conocer la participación de dos travestis en el Miss Universo del año pasado, decía yo que se habían roto paradigmas y cualquiera podría participar a partir de ese momento.
La restricción de edades, por ejemplo, que era de 18 a 28 años de edad, ya no es obstáculo para subirse a la pasarela y competir contra las curvilíneas chicas quienes sí se apegan al espíritu y propósito del Miss Universo, que es elegir a la mujer más bella del planeta.
De esa manera es como instituciones internacionales como esta, se han convertido en un reflejo fiel de la locura que ha invadido al mundo con eso de la inclusión y las percepciones.
Quiero imaginarme cómo será la participación de la abuelita en la gala que se transmitirá en vivo y a todo color al planeta entero.
Para empezar, y no le veo mayor dificultad, tendrá que calzarse el ajustado vestido de noche. El maestro de ceremonias la presentará y ella empezará a caminar por la pasarela, bajo los gestos de sorpresa y los murmullos del respetable.
Posiblemente tenga algún tropiezo, debido a las reumas, o un váguido a causa de la edad, ya que el tiempo no perdona y a todo mundo nos llegan los achaques.
Cuando sea el momento de pasar en bikini de hilo dental, dudo que quiera ponerse tan diminuta prenda, ya que su generación no era tan liberal como lo son las actuales.
En su lugar, saldrá con un un calzón como el que usaba Las Bruja del 71 cuando fue a Acapulco con los de la vecindad de El Chavo, rayado, con olanes y hasta las rodillas.
Finalmente, para evitar que la presión y la emoción le causen algún problema de salud inesperado, tendrá que tomarse sus chochitos y dormir la siesta, como toda venerable viejecita de su edad.
Los dejo con el refrán estilo Pegaso: “A la ancianidad, enfermedad causada por el virus variola”. (A la vejez, viruela).