Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Hambre

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Por Pegaso

Ayer que andaba yo comprando gorditas para comer en casa, se acercó un hombre como de cuarenta y cinco o cincuenta años, vestido con ropa sucia y desaliñada.

Pedía a los comensales que lo apoyaran con dinero o con algo de alimento, porque traía hambre.

Dijo que es migrante repatriado a esta ciudad por autoridades norteamericanas.

No parecía extranjero, sino mexicano. Tal vez de Veracruz o Oaxaca, por su aspecto moreno.

El encargado del negocio le dijo que saliera. El hombre insistía: “Me estoy muriendo de hambre. Deme algo para comer”. Y el dependiente seguía diciéndole que se marchara.

-Es que no tengo para comer,-repetía.

-Bueno, busque un trabajo,-le recomendó el empleado y agregó que como muchos otros que son deportados, buscan un trabajo temporal mientras están en la ciudad para, al menos, comprar algo de comida.

“El hambre es canija y más el que la aguanta”,-dice un viejo y conocido refrán.

Cabe mencionar que no solo los migrantes repatriados están a expensas de pasarse a veces días enteros sin probar bocado. Las familias más pobres de Reynosa y de México en ocasiones no tienen para comprar lo mínimo necesario.

México no es un país rico, precisamente. Y su población menos.

Veía un video de un presentador de noticias que preguntaba: “Siendo Estados Unidos un país rico, ¿debería ser su población, todos nosotros, igualmente ricos?¿No tener preocupación alguna en lo económico, como sí la tienen otros países?

Y se contestaba él mismo: ¡No, no y no!, señalando que incluso en ese país, donde todo mundo quiere ir a vivir el sueño americano, hay inmensas manchas de pobreza.

Los suburbios de las grandes ciudades son hogar de muchas personas que no tienen empleo, enfermas o marginales.

En Los Ángeles y otras urbes, los túneles del desagüe están llenos de “homeless”, personas sin vivienda y hasta hay mesas, sillas y camas.

Lo malo es que cuando hay un chubasco, se tienen que salir a media noche para no ahogarse.

En la Odisea, Homero pone en boca de algunos de sus personajes la frase: “El insaciable vientre”, y eso es lo que pasa: El estómago nunca está satisfecho, y conforme pasan las horas, poco a poco aprieta el hambre y nos hace sentir angustia, y luego un dolor penetrante.

Yo quiero pensar que el migrante que entró a la fonda halló algún negocio con empleados caritativos que pudieron darle un taco, de perdido.

Sin dinero, con mucha hambre, en una ciudad ajena y sin esperanza de conseguir techo y alimento, es fácil llegar a pensar en delinquir.

En la desesperación de llevarte algo a la boca, cuando se presenta la ocasión y la seguridad de que no habrá consecuencias, tomas lo que tienes a la mano, sin importar de quién sea. Es un tema de sobrevivencia.

Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Mayores empitonadas proporciona la inanición”.  (Más cornadas da el hambre).