Por Pegaso
Año nuevo, vida nueva, reza el viejo y conocido refrán.
Muchos confían en unos calzones para tener suerte en el amor, en la salud y el dinero.
Yo no soy especialista, pero no creo que poniéndome unos choninos amarillos me vaya a ir mejor en los negocios, o si uso unos de color rojo, vaya a conseguir el amor de mi vida.
Muchos aseguran que empezarán a hacer dieta a partir del día primero, pero luego los vemos comiendo rosca de reyes y tamales de la Candelaria.
La dieta es siempre el primer propósito de Año Nuevo. Otros son empezar a ahorrar, llevarse mejor con la familia, dejar de fumar, buscar un mejor jale y viajar con mayor frecuencia.
Para esto último, llevan a cabo un curioso ritual que consiste en que, durante el último minuto del año que termina, sacan una maleta repleta de tiliches, y al momento en que dan la última campanada, salen y entran por el quicio de la puerta.
¿Y qué me dicen de las uvas? En cada casa mexicana se prepara la cena durante la tarde y noche. Poco antes de dar las 24:00 horas, todos ya están en la mesa y tienen delante una copa con doce uvas. En el momento preciso, mientras se ve la televisión en algún programa, todo mundo empieza a comerse las uvas de manera precipitada, una por campanada.
Se supone que si las tomamos todas de esa manera, el año siguiente se cumplirán nuestros doce deseos, uno por cada uva.
¿No es esto como un reset anual?
Cada año esperamos renovarnos, pero no lo logramos. Es como el mito de Sísifo, un rey griego que despreciaba a los dioses.
Por ese pecado, Zeus lo castigó. Lo puso a empujar una piedra por la ladera de una montaña y cuando estaba a punto de llegar a la cima, la roca rodaba cuesta abajo y nuevamente Sísifo tenía que empujarla y repetir de esa manera una y otra vez el castigo que se le impuso por toda la eternidad.
Ahora que, tal vez lo que necesitemos sea un reset general.
Hay quienes piensan que está en marcha un proyecto para establecer un Nuevo Orden Mundial.
La multimencionada Agenda 2030 sería algo así como el Plan Maestro para llevar a la Humanidad al lugar y condición en que los poderosos señores que mueven la política y el dinero del mundo quieren que esté.
Es decir:
1.- Reducción de la población mundial, promoviendo la homosexualidad (los gays no se reproducen entre sí).
2.- Monopolio de los alimentos.
3.- Vacunación cíclica obligatoria.
4.- Adoctrinamiento.
5.- Feminización y división de la sociedad.
6.- Privatización del agua.
7.- Energía cara e impuestos verdes abusivos.
8.- Explotación laboral y esclavitud fiscal.
9.- Cuarta revolución industrial. Transhumanismo.
10.- Leyes únicas para todos los países.
11.- Vigilancia y control absoluto. Totalitarismo.
12.- Alimentos transgénicos. Granjas de insectos.
Así pues, no importa de qué color nos pongamos los calzones. A final de cuentas, no estará en cada uno de nosotros influir en los cambios que se avecinan.
Lo que sí sería bueno es que de una vez por todas saliéramos de nuestra zona de confort y aplicáramos cambios que sí estén dentro de nuestro alcance y de esa manera estar aunque sea un poquito mejor que en este malhadado 2023.
(Se asoma Nostradamus a la columna y dice: “¡Espérate a lo que viene en el 2024, Pegasiux de Petatiux!”)
Por eso mejor nos quedamos con el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “No existe evento negativo cuya duración sea secular”. (No hay mal que dure cien años).