Por Pegaso
Dicen que todos los extremos son malos.
Tan mala puede ser la izquierda radical como la ultraderecha.
Ambas opciones sociopolíticas utilizan y manejan conceptos fuera de la realidad y por regla general, vale más un gobierno moderado que uno antojadizo, contestatario o fascista.
Lo digo porque recientemente ganó las elecciones en Argentina un ultraderechista que se define a sí mismo como neoliberal libertario.
Se llama Javier Milei, usa chuchuluco y está más loco que una cabra.
No solo ha puesto como palo de gallinero a nuestro egregio Pejidente ALMO, a quien llamó repugnante, sino que hasta al mismo Papa, su paisano, ha calificado como enviado de Satanás.
Se ve que el tipo no tiene pelos en la lengua, pero igualmente, cuando alguien acusa a un tercero, tiene la obligación de presentar pruebas, y hasta donde yo sé, ALMO no es nada repugnante; de lo contrario, la chamacona que besó en la boca en Ensenada le hubiera atizado una cachetada guajolotera.
En cuanto al Papa, pienso que más que ser discípulo del chamuco, es un individuo muy habilidoso que supo meterse en las entrañas mismas de la Iglesia Católica, se hizo jefe supremo de la misma y hoy es venerado como si fuera un reyezuelo.
Hasta donde yo sé, el Vaticano es uno de los Estados más ricos, porque se queda con el diezmo de miles de millones de personas alrededor del mundo. Sus líderes viven entre lujos inauditos, visten con prendas de seda finísima y degustan los platillos y bebidas más exclusivas.
Cristo, si reviviera, se volvería a morir del puro coraje, porque vería que su iglesia ha sido utilizada para que unos cuantos se enriquezcan.
Pero volviendo a Milei. Los argentinos estaban tan desesperados, que no ven las ominosas señales que este cuate lanza a cada segundo.
Dejo de llamarme Pegaso si en el transcurso de los primeros años de su mandato no se convierte en un dictador como lo fue Pinochet en Chile.
Tiene en común con el cabecita de algodón en que ambos se pelean hasta con su sombra.
De entrada, dijo que les iba a sacar la lengua a los gobiernos comunistas de China, Rusia, Corea del Norte y Cuba, con quien aseguró que no tendrá relaciones diplomáticas.
Si mis dos o tres lectores se fijan, su mirada y gestos son siempre coléricos, habla con gritos, manotea y gesticula de manera exagerada.
Eso me hace pensar en una personalidad enfermiza, obsesiva y sedienta de poder.
En sí, en sí, las características de un gobierno como el que pinta Milei son muy parecidas al nazismo de Hitler o al fascismo de Mussolini.
No quiero pensar que los argentinos puedan llegar a experimentar aquel viejo y conocido refrán que dice: “Salimos de Guatemala para entrar a Guatepeor” pero, ¿qué otra opción tenían? ¿Seguir con lo mismo de antes?
Si algún argentino quisiera pedirme un consejo, yo le diría lo siguiente: “Ché pibe, ¿vos sos atorrantes o pensás que la extrema derecha es mejor que la izquierda radical? ¡Es la misma cosa, pelotudos! Ese tipo los va a llevar al precipicio”.
Si se cumple mi pronóstico, pronto tendremos por aquí caravanas de argentinos que buscarán, al igual que haitianos, venezolanos y hondureños, alcanzar el sueño americano en Gringolandia.
Viene el refrán estilo Pegaso: “Que tu cavidad oral se transmute en tejido epitelial duro y crocante”. (Que la boca se te haga chicharrón).