Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Dejavú

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Por Pegaso


Como si se tratara de un dejavú, en el 2017, hace cinco años, ya se hablaba del descubrimiento de momias extraterrestres en Perú y de cómo a Jaime Maussán y compañía se les llenaron los ojitos de signos de dólares.

A continuación reproduzco la columna del 7 de octubre de ese año que titulé entonces como “Aliens”. Compárese con las circunstancias actuales y asómbrense de los resultados:

¡Los marcianos llegaron ya, y llegaron bailando ricachá!

                Estaba yo apoltronado en mi cómoda nubecilla viajera, checando las novedades y top trendings de la red, cuando vi en un portal una nota que me impactó fuertemente: “Descubren momia extraterrestre en Perú”.

¡Pácatelas!

                Me tomaron por sorpresa porque yo pensé que sabía todo lo que hay que saber acerca de extraterrestres, aliens, brujas, duendes, demonios y toda la fauna del imaginario humano.

                La dichosa momia fue localizada en un paraje perdido, cerquita de donde se encuentran las archi famosas figuras de Nazca.

                Según el relato que se difundió en los medios de comunicación normales, no los “especializados” en temas paranormales, un huaquero (ladrón de tumbas) descubrió en el 2016 un ataúd que contenía los restos momificados de varios seres con apariencia no humana.

                La noticia corrió como reguero de pólvora.  En la Ciudad de México, ahora CDMX, al equipo de investigadores de Jaime Maussán y al propio Maussán se les iluminaron los ojitos y les salieron unos enormes signos de pesos.  ¡Ahí está el caso que necesitaban para recuperar la audiencia perdida!

                Ni tardos ni perezosos tomaron un vuelo a Lima y de ahí a Nazca para estar presentes en lo que calificaron como el descubrimiento más importante y trascendental del ser humano.

                Llegaron con todos sus tiliches, para sopresa de los nazqueños y comenzaron a armar su “equipo de investigaciones especiales”.

                Como sucede siempre con Jaime Maussán y sus “ufólogos” de cabecera, tras ver la figura momoficada que muestra tres largos dedos, un cráneo alargado y rostro no humano, de inmediato sacaron la conclusión de que se trataba de extraterrestres.

                Para fortuna de la Humanidad y de la Ciencia, hay personas serias que buscan explicaciones menos fantasiosas.  Estos científicos de verdad descubrieron que se trata sólo de figuras hechas con retazos de seres humanos y animales.

                En el caso de las manos exageradamente alargadas y de tres dedos, de alguna manera los antiguos habitantes de aquellas comarcas lograron adicionar dos falanges más para darles esa apariencia.

                Las momias son reales y datan de por lo menos 400 años, de acuerdo con las pruebas del carbono 14, sin embargo, da qué sospechar el hecho de que vienen en distintos tamaños, como si fuesen muñecos a escala, exactamente con las mismas características.

                Maussán, nuestro ufólogo estrella, inmediatamente contestó:  “Están desesperados por tratar de demostrar que no es verdad lo que encontramos”.

            ¿Encontramos, Kemo Saby? Hasta donde sé, el hallazgo se debe a una persona desconocida y el entierro estaba en Nazca, Perú.  Maussán y compañía sólo llegaron a filmar para llevarse una lanota a sus bolsillos con el morbo que despertó el hallazgo.

            En Lima y sus alrededores, sin embargo, se generó una especie de fiebre por lo extraterrestre.  Millones de personas son víctimas de histeria colectiva porque consideran que las momias son prueba contundente de que hay vida extraterrestre.

            Es algo así como lo que ocurrió en todo el mundo cuando se mencionó por primera vez la presencia de vida fuera del planeta.

            En aquellos tiempos, es decir, los años 50 y 60, se hablaba de supuestas naves parecidas a platillos voladores, y sus ocupantes, originarios del planeta Marte.

            Esa imagen estuvo influenciada fuertemente por la novela de Orson Welles que se transmitió por radio llamada “La Guerra de los Mundos”, donde un ejército de marcianos a bordo de naves en forma de plato bajaban a la tierra y con armas semejantes a trípodes diezmaban a la población humana.

            La transmisión radiofónica tomó de sorpresa a la mayoría de los radioescuchas, quienes pensaron que todo era real y se armó una tremenda histeria colectiva.  Al finalizar el programa se explicó que se trataba de la dramatización de una obra literaria y fue entonces que se calmó la gente.

            Pero quedó ahí, grabada, en el inconsciente colectivo. A partir de entonces muchos voltearon hacia el cielo en espera de ver platillos voladores.

            Con el paso del tiempo y la influencia del cine y la televisión, el término “platillo volador” y la palabra “marciano” fueron sustituidas por “extraterrestres” o simplemente “E.T.”

            En la actualidad los productores de Holliwood prefieren llamarlos “aliens”, que es la palabra más usada actualmente para designar a presuntas entidades que vienen del espacio exterior.

            Y como sucede con las demás cosas, el tema de los aliens también ha evolucionado.

            Hay libros, tratados enteros dedicados a clasificar a los extraterrestres.

            Por ejemplo, el típico marciano de la “Guerra de los Mundos” era un sujeto chaparrito, más o menos de la estatura de mi compañero reportero Gil Vicente, de piel verdosa, cuerpo de alfeñique, una cabeza desproporcionadamente grande, ojos saltones y antenitas.

            Para la década de los noventas, casi entrados al 2000, ya había una colección de “razas” alienígenas que vivían entre nosotros o que estaban planeando alguna invasión a gran escala.

            En la película “Hombres de Negro” se puede ver la representación de un sinnúmero de tipos de aliens que se pueden disfrazar de humanos como si se tratara de botargas.

            Tenemos a “Los Grises”, sujetos altos, flacos, de cabeza algo grande, ojos razgados, sin nariz y orejas; tenemos a “Los Reptilianos”, una especie que deriva de los reptiles, con ojos saltones y pupilas verticales, escamas y hasta cola; tenemos a los de apariencia humana, en todo semejantes a nosotros, aunque con el pelo rubio, lacio y de gran belleza física.  Y la lista sigue.  Hay “especialistas” que contabilizan por lo menos a medio centenar de “razas” extraterrestres viviendo con nosotros.

            No quiero parecer duro con Jaime Maussán y su equipo de “investigadores”, porque a final de cuentas ellos también andan correteando la chuleta.

            Lo que sí no es permitido es que busquen obtener jugosas ganancias con la credibilidad del gran público. 

            Hay una enmienda en la Constitución que dice que todo aquello que se publica por algún medio que implique fenómenos paranormales debe ser catalogado como entretenimiento, y los productores tienen la obligación de incluir un texto que indique claramente ese propósito.

            He visto varios programas maussanescos y de otro tipo, como el también charlatán cazafantasmas Carlos Trejo y en ninguno de ellos aparece esa leyenda.  Incluso en shows como “Al Extremo”, de gran penetración en la audiencia, no se advierte a la gente que lo que está por ver es algo no comprobado y que sólo se proyecta como un entretenimiento.

            De ahí que en la actualidad, a pesar de los avances de la ciencia, la gente aún cree en extraterrestres, brujas, demonios, duendes, dioses y demás figuras producto de nuestra propia imaginación.

            Me preguntó un amigo un día: Pegaso, ¿tú crees que haya vida extraterrestre?

            Mi respuesta fue: ¡Pero por supuesto que sí! El tema aquí no es que haya vida alienígena, sino las terribles dificultades que se tienen que vencer para que puedan venir a visitarnos. 

            Veamos: En nuestro sistema solar no se han hallado rastros de vida inteligente y la estrella más cercana está a 4 años luz de distancia.

            Eso quiere decir que en una nave que viaje a la velocidad de la luz los supuestos aliens tardaría 4 años en llegar a La Tierra, lo que implica que la carga de combustible sería mucho mayor que la propia nave y además, hay que tomar en cuenta las consecuencias de la relatividad.

            Y si viniera a menor velocidad, por ejemplo, a un décimo de la velocidad de la luz, el tanque de combustible sería aún mayor y los ocupantes tendrían 40 años más que cuando salieron de su planeta.

            Es difícil que alguna raza o razas extraterrestres nos hayan visitado alguna vez, pero aún así hay científicos serios que se atreven a suponer qué es lo que pasaría si llegara a ocurrir.

            Stephen Hawking, por ejemplo, asegura que no serán nada amistosos y que su intención será colonizadora, como en su momento ocurrió con los europeos al descubrir América.

No quiero aburrirlos más con este tema.  Mejor nos quedamos con el refrán estilo Pegaso que dice: “Entidades que habitan en un planeta ajeno a La Tierra nos mantienen bajo constante supervisión”. (Un mundo nos vigila).

Todo esto, hace cinco años.