Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Columnista Invitado

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Por Miguel Ángel Isidro

A mediados del Siglo XIX, tuvieron lugar una serie de conflictos de corte diplomático, económico y militar entre la Gran Bretaña y el Imperio Chino que culminó, entre otros aspectos, con la ocupación de la isla y el archipiélago de Hong Kong como colonia británica de 1841 a 1997.
Dicho episodio es conocido en los libros de historia como Las Guerras de Opio; uno de los pasajes más vergonzosos del colonialismo europeo.
Producto de su crecimiento como potencia comercial y marítima, el Imperio Británico comenzó a incrementar sus importaciones de productos provenientes de diversas regiones del Oriente Asiático. Hacia 1800, productos como el té, las especias y la seda proveniente de China comenzaron a ganar gran popularidad en el mercado británico; con un inconveniente: el antiguo pueblo chino no consumía prácticamente ningún producto exportado por los ingleses, y ante la falta de oportunidades de intercambio directo de productos, los europeos debían pagar los productos chinos con plata. Ésto provocó un déficit comercial que preocupó a la Corona y a los poderosos comerciantes británicos.
Como una forma de compensar ilegalmente este desajuste comercial, la marina mercante inglesa comenzó a contrabandear opio proveniente de La India, y comenzó a inducir su consumo entre los chinos, provocando un severo problema de adicción.
Hacia 1820, el consumo de opio traficado por los ingleses se expandió peligrosamente en territorio chino, donde se popularizó el consumo de la droga, que era mezclada con tabaco para fumarse, bajo una antigua usanza persa. La popularización del consumo alcanzó tal fuerza que los ingleses comenzaron a pagar con opio -y ya no con plata- productos como las porcelanas, las sedas y el té.
Finalmente, tras advertir el gran daño que el consumo del opio comenzaba a generar entre su población, el gobierno imperial chino emitió una ley para la prohibición de la venta y consumo de dicha droga. Bajo este precepto, se decomisaron cargamentos, se destruyeron fumaderos y se encarceló a traficantes y consumidores. La parte más vergonzosa del asunto implicó el hecho de que la Corona Británica usó dicho conflicto para iniciar una campaña de acoso militar contra China, pretextando la defensa de sus intereses comerciales, pero que finalmente fue utilizada con fines políticos y expansionistas.
A lo largo de dos campañas militares entre 1839 y 1869, que dejaron un saldo estimado de 50 mil civiles y soldados chinos muertos, Gran Bretaña logró romper el cerco comercial impuesto por el Imperio Chino en todas las rutas marítimas y terrestres de Asia, y logró apoderarse de Hong Kong, mientras que Portugal, su aliado en la segunda campaña militar, obtuvo formalmente el control del puerto de Macao, al que convirtió en un emporio comercial. Éste episodio, que es conocido por los chinos como “La Era de la Humillación”, es lo que la cultura occidental consigna como Las Guerras del Opio, el primer conflicto bélico de la historia que tiene su origen en el tráfico y consumo de drogas.
Hacemos ésta amplia referencia histórica para tratar de entender lo que ha estado ocurriendo en los meses recientes en la complicada relación binacional entre Mexico y Estados Unidos a razón del contrabando y consumo del fentanilo, reconocido ya como el más grave problema de seguridad y salud pública en el vecino país del norte.
A inicios del presente año, el gobierno norteamericano ha intensificado sus pronunciamientos y ha anunciado acciones diversas en relación al preocupante incremento del consumo de fentanilo entre su población.
De acuerdo con datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), de 2019 a 2021, las muertes asociadas por el consumo o intoxicación por fentanilo aumentaron en un 94 por ciento. La misma entidad gubernamental establece que actualmente casi 200 estadounidenses mueren diariamente por el consumo de ésta droga.
El fentanilo es un opioide sintético que inicialmente fue desarrollado por la industria farmacéutica para el control de dolores intensos. Su consumo se ha extendido debido a que las mafias de narcotraficantes han desarrollado métodos para su procesamiento en laboratorios cada vez más compactos. Lo mismo se ha utilizado para mezclarse y potenciar el efecto de algunas otras drogas como la heroína o la cocaína que para su consumo directo, que combinado con otras sustancias como el alcohol puede producir la muerte.
A través de distintas agencias y del propio Departamento de Estado, el gobierno del presidente norteamericano Joseph Biden ha emprendido un conjunto de acciones buscando hacer frente a esta crisis. Dos de ellas afectan directamente a México: el establecimiento de un cerco militar a lo largo de su frontera sur, y el anuncio por parte de la oficina antidrogas, la DEA, de una campaña en contra de los carteles mexicanos que trafican con fentanilo y metanfetaminas, haciendo especial énfasis en el Cártel de Sinaloa y particularmente hacia el segmento identificado como “Los Chapitos”, controlado por los hijos del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, actualmente encarcelado en territorio estadounidense.
Uno de los aspectos que ha desatado mayor controversia en este episodio es la narrativa en torno al origen y distribución de éstos opioides. Si bien tanto el gobierno como especialistas de México y Estados Unidos reconocen que los precursores químicos usados para la producción de fentanilo provienen de Asia, fundamentalmente de China; en la cadena de distribución hay discrepancias notorias.
En reiteradas ocasiones, el Presidente de México Andrés Manuel López Obrador ha sostenido -sin mostrar mayores pruebas ni elementos- que en México no se produce fentanilo. Sin embargo; la titular de la DEA, Anne Millgram, ha sostenido que bandas mexicanas como Los Chapitos y el Cártel Jalisco Nueva Generación obtienen los precursores químicos en el mercado negro asiático; los envían a México, producen fentanilo en masa, buena parte la usan para hacer pastillas falsas y después lo introducen a Estados Unidos por tierra, por aire y por mar.
El pasado 2 de mayo, las cadenas británicas Sky News y Channel 4 News difundieron un reportaje televisivo en el que se mostraba el funcionamiento de un supuesto laboratorio de fentanilo operado por el Cártel de Sinaloa en territorio mexicano, mostrando imágenes del proceso e incluso testimonios de un presunto adicto a la droga.
De manera casi inmediata, el Presidente López Obrador explotó contra el contenido del reportaje acusando manipulación de imágenes, e incluso invitó a su tradicional conferencia mañanera del 4 de mayo al almirante José Ojeda, secretario de Marina, quien analizó distintos segmentos del video para refutar que se tratase de fentanilo; asegurando que por la evidencia gráfica se podría tratar más bien de un laboratorio de metanfetaminas.
A la larga, ambos gobiernos, el de Mexico y Estados Unidos parecieran estar perdiéndose en un estéril debate sobre de dónde viene y quién produce la droga.
La narrativa del presidente López Obrador acerca de que México es sólo un territorio “de paso” y “no de producción o consumo” de fentanilo es tan ridícula como irrelevante. La realidad es que a pesar de los esfuerzos de su gobierno, las redes criminales han diversificado sus campos de acción; la violencia criminal sigue cobrando sus cuotas de sangre a lo largo y ancho del país, y no hay evidencias de una acción coordinada con el vecino país para poner un alto a ésta crisis, más allá de encendidos discursos sobre la soberanía nacional y un insólito amago de que el pueblo mexicano se alzaría en armas ante cualquier amago intervencionista.
El narcotráfico es un fenómeno global que requiere enfrentarse con estrategias concretas y no con pronunciamientos bravucones. Episodios como el de Las Guerras del Opio nos deben hacer entender que estos asuntos pueden tener consecuencias geopolíticas graves, pero todo parece indicar que al Presidente lo que le interesa demostrar es que él siempre tiene la razón.
Inevitablemente, asignaturas como el fentanilo y la crisis migratorias llegarán a las campañas electorales de los Estados Unidos en 2024. México seguirá indudablemente siendo objeto de mayores presiones de nuestros poderosos vecinos y socios.
¿Está nuestro gobierno preparado para ello, con un Presidente y un gabinete metido de lleno en la sucesión presidencial?
Twitter: @miguelisidro